Tengo un dilema. No sé si he cambiado los últimos años o, sencillamente, ha madurado. Lo digo por muchísimas razones, pero siento que mi lado creativo ha explotado. No en términos cuánticos, ni de material realizado, pero sí mentalmente.
Siempre he sentido que necesitaba expresar, pero nunca caí en la obligación personal de escuchar esas necesidades vitales. Hasta hace unos años. Siempre digo que salir de mi zona de confort y embarcarme en siete años viviendo en Madrid (esas cosas que pasan, simplemente, sin pensarlo) provocó que mi cabeza explotara en mil términos.
He cambiado. He evolucionado. Así lo siento. Así me siento.
Digo esto porque desde hace años (creo que desde que dejé el periódico) siento que mi creatividad está arrollando, está tumbando puertas, está ganando terreno diario. Cayendo en el error de las etiquetas, puedo decir que soy escritor, lector, intento (fallido) de dibujante, intento (fallido) de pintor, alguien que se defiende con el diseño gráfico y, sobre todo, un curioso incansable.
Leo, mucho. Escribo, a diario. Sueño, a todas horas. Me cuestiono, demasiado. Sobrepienso, muchísimo. Pero sé que aprendo tanto a nivel de conocimientos como el uso que doy a herramientas conocidas y nuevas. Cuando tengo periodos sin empleo, me faltan horas porque estoy todo el día trasteando y haciendo cosas. Es así. Y es una sensación maravillosa.
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