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Foto del escritorEsteban Gómez

Siestas que molestan

Pude escribirlo la primera vez. Pude hacerme eco la segunda vez. Me hago eco la tercera vez. Ha pasado ya tres veces, demasiadas para que sea casualidad y para que no (al menos) lo exprese.


Suelo ir semanalmente al cine. El mismo día, a modo de rutina. Si puedo, suelo ver dos películas, en horarios seguidos. Así, tengo doble ración cinematográfica y ocupo unas cuatro horas.


Hablaré del primer turno. Me gusta, porque suele haber poca gente (dentro de que ha bajado el nivel de espectadores), y la sala es más íntima. Sin embargo, tiene un peligro: la digestión de la comida. El sueño puede aparecer como amenaza y, entonces, todo puede irse al garete.


Que se lo digan a mi querido compañero. Suelo coincidir muchas veces con un señor de edad avanzada, con sobrepeso, calvo, que anda con muletas. Cuento toda esta descripción porque el amigo se queda durmiendo durante la proyección. Ocurrió el primer día y, pese a que molestaron sus ronquidos, pensé que había tenido un desliz. La segunda vez me molestó, pero me lo tomé a risa. Era hasta tierno. Pero, cuando ocurrió la tercera vez, estuve cerca de levantarme y darle un susto.


Supongo que no le molestaría, ya que él puede tirarse una hora y media roncando sin pensar en nada más.


¿Para qué va al cine? ¿Para dormirse? Empieza a ser molesto, porque veo que es rutina.


¿Por qué va tan pronto?


¿Es consciente de que se duerme? ¿Es consciente de que ronca y molesta?


Me temo que volverá a ocurrir, por lo que debo empezar a trabajar en mi reacción. No sé si debería acercarme y despertarle. No sé si debería salir y hablar con el personal... aunque me perdería un fragmento de la película. No sé si debería decirle algo cuando acabe la película.


Siestas que molestan.

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