Tengo el primer recuerdo en aquella pequeña aldea a la que viajaba semanalmente, los fines de semana. Lo recuerdo siempre con una luz de atardecer, normalmente en otoño-invierno, con frío, cuando la luz se marcha realmente pronto y crees que es tarde, pero no. Quedan varias horas por disfrutar.
En aquel pequeño rincón encontré aquella primera veleta, cerca de la iglesia, con la luz al fondo. La silueta del gallo quedaba perfectamente señalada y aquel frame mental me acompaña todavía hoy. Me acompaña de tal forma que necesito plasmarla así, aquí. Primero, por el recuerdo que tengo. Luego, para compartir mi historia.
Incluso viendo la imagen, sin aire refrescando el rostro, sin las sensaciones que siento al verlo, me encanta y me produce un sentimiento de pertenencia enorme. No sé adónde, no sé a qué, pero veo las veletas y siento pertenencia a aquel recuerdo, a aquel entorno, a aquellos maravillosos años.
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