Neverwhere apareció en mi vida a finales de 2015. Fue mi primera vez viviendo en Madrid, cuando me trasladé para trabajar en Eurosport España. Era mi primera experiencia real, continua, viviendo fuera de casa y en la capital. En 2014 también viví, pero tuvo varios matices como la duración (sólo un mes), el alojamiento (vivía en un hotel) y el 95% de mi rutina la hacía en San Sebastián de los Reyes (trabajé en La Sexta).
En 2015 descubrí la FNAC de Callao. Escribiendo esto me siento algo así como el chico de pueblo que llega a la gran ciudad. València es una ciudad grande, tiene multitud de servicios, pero comparado con Madrid hay diferencias notables que antes valoraba y ahora añoro. Digo esto porque, para mí, ir a FNAC en la céntrica plaza madrileña me parecía una aventura porque era diez veces más grande, había diez veces más productos y tenía rincones súper especiales en los que podías sentarte, sin complejos, a leer o a echar una ojeada a libros.
Allí, en aquella cuarta planta, encontré Neverwhere. Un libro que me entró por la mirada. El Big Ben era protagonista de aquel primer estímulo. En consecuencia, Londres, mi ciudad platónica; más por aquel entonces, ya que no la había visitado todavía. Me recuerdo en aquel sillón para leer en las alturas de Madrid leyendo el primer capítulo, y me gustó. Me enamoré de aquel libro y se fue de camino conmigo a mi habitación en la calle Huertas.
Sin embargo, no me lo leía. Por el tamaño de su letra, por las páginas que tenía, porque siempre parecía tener excusas y otros libros que me parecían más prioritarios. El tema está en que no ha sido hasta ahora, en las últimas semanas, cuando he podido leerlo. Lo he acabado, y sinceramente creo, siento, que me he quitado un peso de encima. No digo que no me haya gustado, no digo que sea un mal libro y tampoco digo que no valga la pena. Pero tengo claro que me lo he leído porque era una tarea pendiente.
Es un buen libro. El autor, Neil Gaiman, creó una historia potente, surrealista, fantástica, y te lleva de un lado para otro como él quiere. Sin embargo, por una razón absolutamente personal, la novela no es mi punto fuerte. Me desenvuelvo mucho mejor con el ensayo y esta, por mucho que me haya podido enganchar al final, es cierto que posiblemente sea la razón por la que se ha hecho tanto de rogar.
Esta mañana, antes de comer, lo he acabado.
Ahora me siento liberado y ya he empezado otro cuyo formato (visual y de contenidos) es totalmente antagónico: El fotógrafo de bolsillo. Lo recibí hace unas semanas gracias a las amigas y amigos de la editorial Blume. Me lo enviaron con mucho agrado y, tras acabar Neverwhere, me he puesto manos a la obra y ya he empezado a sentir ese gusanillo especial del que sabe que tiene un libro que le interesa mucho.
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