Podría hablar de muchos temas relacionados al Valencia ahora mismo. Sequía de actualidad no pasan en la capital del Turia, precisamente. Podría meterme en batallas internas, polémicas entre medios de comunicación de la ciudad, incluso algún que otro análisis deportivo. Pero tengo un seleccionado que llevo guardando en un bote secreto de delicias desde hace mucho tiempo.
Hoy vengo aquí a hablar de la figura de Dani Parejo. No descubriré América, ni diré nada que cualquier aficionado con dos dedos de frente no sepa, pero el nivel de Parejo en los tres últimos años como jugador del Valencia es altísimo. Puro caviar. Un bombón de esos buenos, de los caros, nada de marcas blancas.
Parejo es esa canción favorita que te hace sonreír un lunes por la mañana. Parejo ese capricho gastronómico de comer tu comida favorita sin pensar en consecuencias. Parejo es ese café caliente al llegar a casa en una fría tarde de febrero. Parejo es descalzarse, poner los pies en el suelo, después de un largo día. Dani Parejo es todo lo anterior junto. Un futbolista que vive su plena madurez futbolística y ofrece muy seguramente su mejor versión como profesional.
El faro del Valencia. El inversor que invierte con valentía y sentido común. El cartero que se asegura que todas las cartas llegan al vecindario. Pero sobre todo, es uno de los mejores capitanes que ha tenido el Valencia en muchas décadas. Líder sobre el césped. Líder fuera de los terrenos de juego.
Un futbolista que ha firmado una etapa valencianista muy de menos a más, de forma lenta, como el buen café, como el buen vino, recibiendo críticas duras, ganándose el amor casi pleno de la siempre exigente (que no incompetente) grada de Mestalla. No me atrevo a decir el cien por cien porque siempre saldrá el clásico indignado que existe en todo contexto, pero de forma rotunda afirmo que sin duda ha acabado ganándose el cariño de uno de los estadios más latentes y pasionales del fútbol español.
Un capitán que toma decisiones, que da la cara, que se enfrenta a situaciones favorables y adversas, que se planta cuando es necesario, que coge de la mano a la lógica y camina hacia el camino correcto que beneficie a su equipo. Un líder del vestuario que manda en la sombra y que se entrega como pocos sobre el verde. Uno de los mejores capitanes del Valencia en mucho tiempo, de lejos, de forma total y absoluta.
Sin ser valenciano, sin ser canterano, habiendo tenido a la grada en contra durante mucho tiempo, sin ser comprendido durante muchos años. Una madurez futbolística que es el resultado final de su trabajo constante, de su regularidad moral y emocional. Tuvo ofertas, tuvo opciones de marcharse, pero se quedó. Se quedó y ahora es una referencia absoluta. Otros se aferraron a la etiqueta de canteranos, de valencianos, que salían y hablaban en la romántica lengua valenciana, y parecía que eran dioses, seres imponentes en la capital del Turia. Pero nunca dieron una imagen de liderazgo tan pura como la que presenta Dani Parejo.
Lo hizo la temporada pasada y sigue haciéndolo actualmente. Dio una asistencia magistral en el 0-1 contra el Chelsea, lideró cada una de las posesiones a favor de las que dispuso en el seno del coliseo londinense y dio la cara ante los medios tras el choque europeo para explicar las diferentes decisiones tomadas en los últimos días.
Dani Parejo, siempre en mi equipo.
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