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La torre de la radio


Escucho radio a diario. Me gusta mucho la radio. Seguramente sea mi medio de comunicación favorito. Ya lo he comentado, o confesado, más de una vez en este humilde blog. Escucho normalmente la Cadena SER. Quizás más por las tardes. Por las mañanas me decanto normalmente por Onda Cero. No tengo una radio favorita de por sí. Escucho lo que me gusta y seguramente sea por la línea personal que llevo en todo los sentidos.

Escucho la Cadena SER por las tardes y noches. Para quien no lo sepa, la SER es seguramente la radio más histórica (e importante) del país. La radio más escuchada, según el EGM. Por algo será. Y la escucho dejándome llevar, evadiéndome, soñando. Lo hago siempre, en líneas generales. Es por ello que muchas veces (antes en Valencia, ahora en Madrid) pienso en algo que ahora vivo a diario, que ahora puedo vivir diariamente si quisiera.

Os contaré algo. Cuando escuchaba en las madrugadas la radio, o por las tardes, pensaba en el estudio, en la localización, en la mítica emisora de la Cadena SER en la Gran Vía. Me teletransportaba mentalmente, me situaba allí, en esa calle que parece de menor importancia que desemboca en la calle Ballesta, en ese rincón minúsculo que late a diario junto a la que seguramente sea una de las míticas avenidas de España. Como digo, el estudio de la SER está localizado en Gran Vía, en la romántica Gran Vía de Madrid.

Haber vivido en la capital hace que me pueda situar, que me pueda teletransportar mentalmente. De hecho, muchas veces pasaba a propósito por su puerta, por esas cristaleras inmensas, por al lado de esa terraza de bar donde en ocasiones pueden verse a algunos de los periodistas y colaboradores más relevantes del país haciendo cosas de personas normales. Seguramente es una tontería, un detalle mínimo, pero me hacía ilusión. Siempre me ha gustado darle ese toque extra a todo, ese lado especial que me permitía evadirme de problemas y más situaciones que, si no llevas con calma, pueden acabar en ciertos agobios.

¿Por qué esta introducción que seguramente sea más extensa que la idea principal? Porque quiero hablaros de una historia personal. Imaginad que a diario os teletransportáis a un lugar determinado. En mi caso era a la emisora de la Cadena SER. Por debilidad personal, por aspiraciones profesionales. Quién sabe. Lo hacía. Pues desde hace unos días volví a cambiar de lugar de residencia para empezar nueva etapa personal con mi pareja y, vaya, nunca he vivido más cerca de esa torre, de ese enorme y gigantesco edificio. Sí, quizás no por orientación, pero si quisiera podría ver desde las alturas esa imponente torre con su mítica terraza. Podría decir que casi somos vecinos. La SER y Esteban, años después, son vecinos.

Cuento todo esto por diversos motivos. Primero, porque me hace especial ilusión esta nueva etapa personal que (casualidad) ha venido acompañada de una de las experiencias laborales más importantes de mi vida. Y encima con la persona más importante que he conocido en mucho tiempo. Nueva residencia acogedora en el centro de Madrid, nueva etapa con uno de mis mayores apoyos y nueva etapa laboral que, como digo, sea seguramente la de mayor magnitud a la que he tenido que hacer frente. Algo muy especial, para ser sincero. Pero además me dejo llevar más que nunca. Me dejo llevar porque ahora todo lo que antes eran deseos románticos, casi platónicos, son reales. Vivo cerca de ese edificio imponente. Y me ocurre, me ocurre todas las tardes cuando desconecto del trabajo. Sigo escuchando la Cadena SER y lo hago con ese cosquilleo especial de saber que esa señal acústica que se encripta hasta llegar a mis auriculares se crea, nace, a unos cientos de metros. Es como querer mirar por la ventana, mirando esos especiales atardeceres (todavía sigo maravillándome por la luz de Madrid cuando llega el ocaso) y saber que estoy ahí, donde deseaba, donde soñaba.

Quizás, estoy cumpliendo un sueño más.

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