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Hablemos


Saqué un hueco vespertino, a eso de mitad de tarde, donde muchos despiertan de la siesta, donde otros empiezan a mirar la hora en la oficina. Fregaba en la cocina, con la radio de fondo, fiel compañera de rutinas. Hablaban sobre el origen de la vida desde el punto de vida científico. Típico tema que surge en la radio y dejas puesto porque sabes que, aunque no te quite el sueño, acabas aprendiendo algo. Y no es poco.

La sección acabó hablando de partículas y términos que, viniendo de letras, me sonaban más a chino que a latín, sin ser experto un servidor en ninguna de estas dos lenguas. Pero me quedé con algo: todos somos iguales. Todos venimos de lo mismo, de la misma base, del mismo punto de partida. Todos somos idénticos. Entonces, ¿en qué nos diferenciamos entonces? ¿Por qué, siendo iguales en nuestra base, acabamos siendo tan diferentes en muchos casos? Ahí reside algo maravilloso: el arte de aprender, de escuchar.

Un café, un refresco, una cena o una bolsa de pipas. Qué más da. La excusa para hablar, para ser escuchado, para confesar, para exponer, para narrar, para compartir. Yo te cuento la curiosa historia de un aficionado galés en Inglaterra y tú me cuentas la increíble aventura que te ha ocurrido en tu viaje a Noruega. Yo te cuento lo que pienso de la última canción de Izal y tú me narras lo que te transmite el último tema de Rozalén. Aportarse, aprender juntos, de la mano, rellenando vacíos, huecos. En una cafetería famosa, en un pequeño rincón del Barrio del Carmen; en un atardecer en la playa, en un atardecer en la sierra; en castellano, en inglés, incluso en català. Qué más da. Aprenderemos, nos aportaremos, siendo iguales, siendo diferentes.

Está infravalorado ser experimentales, ser poéticos, ser románticos. No se valora lo de contabilizar horas en conversaciones, ya sean con café, con copa de vino, con un batido helado. No tiene precio, el gasto es mínimo, pero el resultado es enriquecedor, vital, dejando ese dulce sabor del que sabe que no ha perdido el tiempo. Incluso te habrás podido enamorar, o igual llegas a casa pensando que no es la persona de tu vida, pero seguro que habrás aprendido algo, sea bueno, sea malo, pero el aprendizaje no tiene caducidad, no tiene límite.

Hablemos, conversemos. Somos idénticos, somos antagónicos, y ahí reside la magia, la esencia, el estímulo. Cuestión de cada uno elegirlo, descartarlo o apartarlo para consumido más tarde.

Sobre los intereses partiendo de la igualdad, escuchado en radio.

 
 
 

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