Hablemos de La La Land, la ciudad de las estrellas. No, todavía no la había visto. Todavía no había visto una de las grandes películas del 2017. Quizás por falta de tiempo, o quizás porque siempre tenía cosas que hacer. Y creanme, me ha fascinado.
Fue aquí, desde donde os hablo ahora mismo. Hablo frente a la ventana. Es de noche. Veo una calle solitaria, con la tenue luz de una farola casi minúscula en tonos fríos que le dan cierto ambiente misterioso al ambiente. Reconozco que si ahora mismo apareciera un personaje tipo Slenderman o algo así, de repente, tendría miedo. Pero estoy aquí, frente a la ventana, con la luz cálida de un flexo, con algunos apuntes que he tomado sobre LaLaLand, la oscarizada película de Damien Chazelle.
Una obra de arte basada en el siempre discutido formato de los musicales. Mia (protagonizada por Emma Stone) y Sebastian (protagonizado por Ryan Gosling) son una pareja de artistas que sueñan, que aspiran a sueños extraordinarios, pero esa será la principal razón por la que sus destinos estarán destinados a separarse. O no.
Sabía que había tenido éxito a nivel de galardones, pero confesaré que no quise saber de antemano qué categorías había ganado. Mi objetivo, a parte de disfrutar, o no, con LaLaLand, era analizar audiovisualmente la megaproducción estadounidense. Y voulá, pocas sorpresas. Una vez vistos los 127 minutos de duración, muchas de mis pistas y apuntes mentales daban en el clavo.
La fotografía de la película es extraordinaria, maravillosa. Un juego de luces constante, que genera escenarios casi imaginarios. La pura magia del cine reflejada en puros y elegantes cambios de luz. Una gozada audiovisual. Todo ello sumado a un juego de colores vivos, que entran por la mirada, que atrapan al espectador de una forma innata.
Les confesaré que tenía mucha intriga e interés por conocer su banda sonora. Había leído, había escuchado, fantásticas críticas por la música de la película. De hecho, tenía la playlist oficial en Spotify localizada, pero no quise escucharla antes de ver el largometraje. Y magia, magia pura. Imposible no dejarse llevar por el omnipresente jazz, por la extraordinaria interpretación musical de los actores. Imposible quitarse de la cabeza esa preciosa melodía del City of Stars que atrapa de una forma majestuosa.
Mejor Director, Mejor Actriz Principal, Mejor Fotografía, Mejor Banda Sonora, Mejor Canción y Mejor Diseño de Producción. 6 Oscars con los que coincido de forma rotunda. Una obra de arte que me hizo perder el complejo por el formato musical. Va más allá, traspasa la frontera, te atrapa con una historia de amor y humana gracias a una mayúscula puesta en escena de Emma Stone y Ryan Gosling, vaya trabajazo de ambos.
Algo que me llamó muchísimo la atención fue el aura de la historia, el contexto. Por entorno, por la vestimenta de los protagonistas, en ocasiones te traslada a otra época, a otras décadas pasadas, pero de repente te sorprende con el sonido de un teléfono móvil, de una cafetería donde poder tomar un café helado. Un juego constante que atrapa y sorprende al espectador.
Partiendo de mis gustos por el jazz, de mis gustos por las fotografías trabajadas, por los movimientos de cámara suavizados, me maravilló.
No pierdan la oportunidad de disfrutar de una auténtica obra de arte apoyada por galardones y crítica. No se queden con la idea siempre menospreciada de que se trata de un musical. Va más allá, se lo dice alguien cuyos gustos no están precisamente en este formato cinematográfico.
Damas y caballeros, poco más. Debo rellenar mi taza de café. A mi lado aguarda una máquina de escribir con la que debo seguir creando la mejor historia jamás contada. Aquí, frente a la ventana, esperando que la siempre misteriosa noche, con sus secretos más íntimos, me sorprenda con algo inesperado y que yo, sólo yo, sea el receptor.
