Recibo cientos de comentarios a diario tanto en Twitter, como en Instagram como en YouTube. Todo aquel comentario o contenido que comparto siempre tiene una reacción, un feedback. Siempre hay alguien al otro lado que, aunque no interactúe de forma directa, estará pendiente. Es fascinante, y peligroso al mismo tiempo. Es por ello que a veces genera tal volumen de comentarios que me hacen plantearme realmente si debo cerrar las vías de comentarios, por ejemplo, en Instagram.
¿Debo permitir los comentarios en las fotos? ¿Debo permitir que la gente responda a mis contenidos en Instagram Stories? Nunca he creído en la libertad de expresión, siempre y cuando nazca del respeto y la educación. Muchas veces me llegan comentarios que no comparto, que me parecen incluso raros o surrealistas, pero siempre tiendo a pensar que son opiniones, y que no coincidan con la mía no debe ser motivo de que estén bien, o mal. Pero en ocasiones son comentarios absurdos, que no aportan nada, que incluso ponen en duda mis ideales, mi posicionamiento a favor o en contra de según qué temas.
Entonces me planteo el tema de silenciar la posibilidad. Entonces me planteo si sería una buena idea no permitir que ocurra. Muchas celebrities, con un enorme volumen de público en Instagram, se han quejado precisamente de eso, de que cualquiera, desde cualquier sitio, tenga la posibilidad de hacerte llegar su opinión (constructiva o destructiva) o simplemente comentar, pese a que muchas veces tú compartes un contenido porque te apetece, sin más, sin mayor motivo que ese, sin buscar feedback ni opiniones. Es entonces cuando, ante casos de acoso, Instagram permitió la posibilidad de, por ejemplo, desactivar los comentarios.
Y seré sincero, me planteo hacerlo. No por insultos ni nada grave. Por suerte, no es mi caso. Pero es cierto que en ocasiones recibo demasiados comentarios, demasiada información innecesaria para mi cabeza. Entiendo que a alguien pueda gustarle una foto, pero ¿realmente debe hacérmelo llegar? ¿Estoy obligado a leer su opinión? Está demostrado, por diversos estudios, que las redes sociales acaban afectando a la salud mental. Y no por su uso, sino por la gigantesca cantidad de impactos e informaciones que llegan a la cabeza, muchos de ellos quedándose estancados, guardados en el disco duro, sin más, sin ser utilizados posteriormente.