Sí, así es. Me ha sorprendido muchísimo. He acudido a un capítulo de podcast en el que participaban unos buenos amigos de profesión. El podcast en sí me interesa poco por según qué personas aparecen en él. Pero hoy pensé que era interesante escucharlo para seguir de cerca la evolución de gente a quien sí admiro. Y, sorpresa.
Una sorpresa agradable, pero al mismo tiempo injusta. ¿Sabéis? Por no ser periodista, por no tener el título, por no ser oficialmente titulado, me han llegado algunas críticas desde que metí la cabeza en este mundillo hace ya muchísimos años. Soy joven, pero desde los 19-20 más o menos ando metidos en diversos medios, proyectos y demás etapas profesionales que me han ayudado a aprender muchísimo. Pero evidentemente, también se han cruzado en el camino según qué tipos dando lecciones que en ningún momento pedí.
El mundo del periodismo ha explotado. Por un lado, la clase romántica, la casta, la vieja escuela. Por otro lado, las nuevas generaciones con sus nuevas herramientas online. Es como una batalla de valores. Los viejos del lugar se quedan atrás. No se lo pueden creer. No pueden entender cómo eso que tenían tan asumido, que les permitía trabajar y vivir de forma cómoda (eso de escribir un texto al día, y ya) ya no sirve porque viene gente pisando muy fuerte, con formatos que ellos, como vieja escuela, no entienden y acaba a veces en frases feas, malsonantes, donde el ego clásico acaba apareciendo.
Eso me ocurrió a mí. Me llamaron hace un par de años algo así como 'intruso', dando a entender que al no tener título estorbo, molesto, y no debo estar ahí. Claro, yo sin duda doy la razón a esa corriente. Evidentemente, no soy periodista. Nunca lo he afirmado. Pero me parecía injusto que se me valore por un título, por un papel, y no por si soy válido, o no, en un puesto de trabajo.
Evidentemente, lecciones gratuitas como estas nunca me han parado y, justo después de aquello, llegaron mis mejores y más especiales etapas profesionales. Nunca me ha generado bloqueo más allá de un mosqueo y calentamiento momentáneo y temporal.
Sin embargo, vaya, sorpresa. Escuchando el podcast comentado, la misma persona que me llamó intruso, que me desprestigió (siempre en modo privado, sin señalarme públicamente, gesto que agradecí), ha cambiado el chip, ha afirmado todo lo contrario con mis amigos. Me alegra mucho ver como esa "batalla" acaba en victoria personal, cómo aquella conversación en la que parecía estar hablando con un burro que sólo mira hacia adelante y todo lo que no esté en su camino está mal o no es válido, ha cambiado de idea.
Pero, ¿y qué pasa conmigo? ¿Qué ocurre con aquella conversación en la que quiso tirarme por los suelos? ¿Ya está? ¿Cambias el chip y "aquí no ha pasao na, señora"?
"Donde dije digo, digo Diego" de manual.