Volar
- Esteban Gómez

- 8 oct
- 2 Min. de lectura
Esta noche vuelvo a volar. No vuelo desde 2019, cuando pasé dos semanas por Reino Unido.
No sé si me gusta. No sé si me siento cómodo volando.
Dicen, es el medio de transporte más seguro. Dicen, es muchísimo más peligroso (pero muchísimo eh) ir en coche o tren. Pero, sin embargo, porque va contra nuestra lógica, pensar que un aparato que pesa toneladas sea capaz de flotar en el aire, a miles de metro del suelo, es algo que siempre nos hace contrario a la lógica.
Creo que no me da miedo. Respeto, sí. Lo tengo claro. Es cierto que, gracias a mi trabajo personal de los últimos años, creo que soy capaz de controlar mis sentimientos. ¿Sentiré respeto/miedo al pensar que debajo de mis pies habrá miles de metros de vacío? Claro, pero creo que controlo bastante bien según qué situaciones. Más, cuando son externas a mí. Digamos que me afectan más mis problemas personales que los que se crean fuera.
En este caso, preferiría ir en otro medio de transporte, pese a que la estadística diga lo contrario respecto a la seguridad, pero tengo ciertas ganas de volver a sentir esa adrenalina.
Como confesión, recuerdo que pensé mucho en volar, en esos momentos de vuelo, cuando nos obligaron a permanecer en casa durante las primeras semanas de la pandemia, en 2020. No sé por qué, supongo que por tener la libertad privada, o recortada, pero recordaba la sensación de ir en aquel vuelo de vuelta, con aquel mágico atardecer.
Simplemente, quería dejar constancia aquí de que vuelvo a subirme a un avión, que me da respeto, pero las ganas también tienen su porcentaje de protagonismo.
Comentarios