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Una bandera de Canadá

Es una imagen que veo todas las noches. A diario. Una bandera que me llamó la atención desde el primer día. Me gusta detenerme muchas veces en ese rincón de la casa. Me ayuda a desconectar un poco, me sirve para tomar un poco el aire e incluso confieso que me dejo llevar.


En la ventana de enfrente hay una bandera de Canadá que sirve como, digamos, cortina. No digo persiana porque sí tienen persiana, pero siempre está intacta. Pero siempre me hago las mismas preguntas: ¿Qué hace ahí? ¿Vive ahí un canadiense o simplemente le gusta la bandera? ¿Por qué no pone una cortina? ¿Durante el día es lo suficientemente transparente para ver a través de ella? Y, en consecuencia, ¿pueden verme a mí desde dentro sin saberlo?


Me gusta verla de noche porque si la veo sé que ahí hay alguien. Me ocurre de noche y me ha ocurrido muchos días en los que he madrugado, digamos, mucho. Y ahí sigue, tres años y pico después desde mi llegada a este céntrico piso.


Al fondo, siempre imponente, la torre de pisos de la Plaza de Colón. La he visto de mil formas. En días soleados, lluviosos, con niebla, con contaminación, de día, de noche, con grúas, sin ellas, con luces en sus ventanas, sin luces...


Un plano en 16:9 que mezcla Canadá con Madrid. Y sé que algún día me iré de aquí sin ni siquiera tener una pequeña pista sobre la razón por la que está puesta en esa ventana.


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