Hace unos días estuve cerca de 16 horas despierto. Y fue, sencillamente, por puro capricho. No tenía obligación de madrugar ni tenía nada pendiente hasta la tarde, cuando debía grabar el podcast y, luego, dedicar mis horas diarias en el periódico. Pero decidí iniciar el día en torno a las 9:00 de la mañana, tras haberme acostado sobre las 2:30, por aquello de haber trabajado hasta tarde y luego haber «desconectado». Eran, como digo, sobre las 9:00, cuando decidí hacer mi rutinaria sesión de deporte en casa. Luego me duché, acabé de asearme y preparé el desayuno para la casa. Como digo, inicié pronto el día. Un día agotador, muy largo, en el que hice muchas cosas.
Debo confesar que cuando acabé mi jornada en el periódico estaba muy cansado. Muchísimo. Pero al mismo tiempo, de forma contraria a la lógica, sentía una especie de activación y sobreexcitación. Estaba agotado, pero quería seguir haciendo cosas, casi de forma inconsciente.
Fue ahí cuando acabé improvisando estos cinco frames intentando crear una historia entre dos figuras de Woody y Buzz reflejados en la pantalla táctil de mi Canon EOS 750D. Luego, al día siguiente, caí en la cuenta de que, casi sin querer (porque ya digo que mi estado mental estaba en otro sitio, y no en el despacho, por el cansancio) pude haber creado una escena extra de la saga Toy Story por una decisión que ocurre en la cuarta película.
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