Hace unos días The New Yorker volvió a hacer una de las suyas. El pasado día 6 de abril, más concretamente. Una de las suyas de esas que ya ha acostumbrado a hacer por la genial línea editorial que nos ha acostumbrado. Esta revista me tiene enamorado por sus portadas. Siempre originales, siempre diferentes, siempre actuales, siempre especiales. Una de mis referencias a nivel visual y editorial. Una revista que siempre, sin exagerar, me atrae por conocer sus portadas. «¿Con qué nos deleitará esta vez?», me pregunto cada mes. Y vuelve a ocurrir, vuelve a pasar, vuelvo a quedarme esos minutos de tiempo libre atrapado adivinando sus mensajes ocultos, esos mensajes sin palabras de denuncia social que la han convertido, al mismo tiempo, en una referencia de nivel mundial.

Esta vez, en su número de abril, dedicando su portada a todos esos trabajadores y trabajadoras que siguen adelante, sin parar, en estos tiempos tan difíciles con la pandemia del coronavirus. Sin palabras, con una preciosa ilustración. Un homenaje a esta nueva modalidad profesional que ha ganado protagonismo de forma muy importante, e incluso preocupante. Tal y como ya hemos comentado en más de una ocasión en la sección «Desde el Búnker» del podcast, me niego. Me niego a usar este servicio con la que está cayendo ahora mismo a nivel sanitario. En un contexto natural, normal, no niego que lo uso, pero no, ahora no. Ahora no es el momento, ni el método. Por ello, la portada del The New Yorker me parece una crítica perfecta y un homenaje a toda esa gente que se está exponiendo para que la gente reciba una hamburguesa muy apetecible, pero de dudosa calidad. ¿Es ético hacerlo ahora, con la que está cayendo? Si ya de normal es una decisión bastante delicada en la que mucha gente caemos (yo el primero) ahora sí debería plantearse seriamente si esas personas no merecen un poco más de respeto.
Bravo por The New Yorker, one more time. I love them.
Comentários