Esa terraza se ha convertido en un pequeño rincón de vida. Cuando la mente se colapsa, cuando la rutina de trabajo lo permite, cuando hay huecos libres para tomar el sol, es el rincón perfecto. Pero fue el otro día, tras un domingo de madrugón, de haber dormido poco por haber encadenado dos turnos de trabajo como quien dice, me vi en aquella terraza disfrutando de una brisa primaveral que, dentro de este aislamiento entre paredes, era oro puro, era vida pura.
Allí me encontraba. Centro de Madrid, en las alturas, viendo mi querida torre del reloj, viendo el atardecer, escuchando un disco que no atribuía a nadie de fondo saliendo desde alguna casa, decidí fotografiar algunas terrazas que veía desde mi punto de vista. Porque sí, es así, tener una terraza o un balcón grande es un tesoro enorme dentro de toda esta situación de aislamiento social. Por ello, agradezco enormemente el gesto que recibimos y decidí captar varios rincones de este tipo que son realmente tesoros en esta época.
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