La semana pasada vi la entrevista que realizó Almudena Cid en el podcast Lo que tú digas. Conocía su figura, su trayectoria deportiva, sus logros, incluso algunos retazos de su vida personal, pero sin más. Sin embargo, en la citada entrevista, me atrapó. Me atrapó por su forma de hablar, por su forma de expresarse, por su forma de convertir un infierno en un aprendizaje.
Ahí me enteré de que tenía un libro (Caminar sin Punteras) que hablaba, entre otras cosas, de ese aprendizaje personal tras varios duros golpes personales. Yo he sufrido muchos golpes, ya lejanos en el tiempo, pero cuya huella sigue latiendo en el fondo, casi sin querer. Me atraen mucho este tipo de publicaciones porque estoy en constante aprendizaje, en constante mirada al pasado buscando la mejor versión de mí misma. Siento que constantemente miro hacia atrás para seguir maquillando, perfeccionando y evolucionando.

Por ello, contacté a la editorial Vergara para recibir un ejemplar. No lo he empezado, pero ya siento que puede salir bien. Me ha llegado justo antes de un viaje esperado, en el que voy a tener tiempo para reflexionar, para desconectar, para reconectar. Que un libro que me interesa tanto llegara casi sobre la bocina antes de poner rumbo al viaje, es una señal. Quiero que sea una señal. Será una señal, seguro.
Tengo muchas ganas de conocer su historia más en profundidad, pero, sobre todo, ver cómo ha sido capaz de hacer frente a una de las situaciones más intensas, drásticas, complicadas y dolorosas a la que nos podemos enfrentar las personas.
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