Echo de menos la rutina de los fines de semana con fútbol. Confieso (lo he hecho varias veces ya) que los finales de temporada se me hacen cuesta arriba, pero es cierto que el parón veraniego me hace reencontrarme con el verdadero gusanillo y pasión.
Tengo muchas ganas de que el fútbol de las islas británicas, desde Inglaterra, vuelva a hacerme latir. Es algo especial. Muy especial. El fútbol inglés, la Premier League (primero) y sus categorías inferiores (luego) me rescataron en uno de los peores momentos de mi vida. Por ello, por todo ello, seguir el campeonato británico es algo casi vital.
De siempre he soñado con seguirlo en primera persona. Desde allí, más allá de los partidos, sabiendo, conociendo cómo late la gente, qué rutinas hay, qué comen en día de partido, cómo bromean al día siguiente de un derbi, de un partido muy esperado. Primero soñé con Londres. Luego con otras ciudades como Manchester. Más tarde, hace unos años, incluso soñé con verlo desde un foco menor de población, como Exeter.
Hasta entonces (algún día pasará, segurísimo) lo seguiré siguiendo desde la distancia. Una distancia que dota de un aura romántico a todo. Soy consciente de que ese romanticismo puede tender a la equivocación, a la desvirtualización, a la exageración (para bien o para mal). Pero también soy consciente de que esa admiración me hace sentir bien, me hace latir de forma especial, me sirve para tener metas. Es así.
Por ello, por todo ello, ya espero con ganas la vuelta del fútbol inglés. Primero, ese fin de semana en el que se disputa la Community Shield (este año Liverpool-Manchester City) y, segundo, cuando arranca la temporada. Sus rutinas de sábado, sus rutinas de domingo, sus rutinas de ver de madrugada el Match of The Day, sus rutinas de ver resúmenes, sus rutinas de ver contenidos en YouTube de los clubes. Bendita rutina.
Tengo muchas ganas.
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