Era finales del año 2023. Noviembre, creo recordar. València. Empezaba a hacer frío. Ya volvía a sentirme yo tras una dolorosa ruptura que me obligó a dar un giro de vida de 300 grados. No cambió todo, pero casi. Deberían ser las 17:15, más o menos, porque la protagonista con quien había quedado salía de trabajar sobre las 17:00 y estaba relativamente cerca, y llegó un poco tarde de la hora prevista.
Había conocido a Tamara por Tinder y, en nuestra primera cita, habíamos quedado en el lugar de la foto, en la puerta de las Torres de Serrano, lugar referente absoluto de la capital del Turia, junto al antiguo cauce del río. Le quedaba cerca del trabajo y era un buen lugar para luego ir a tomar algo por El Carme. Como digo, llegó un poco tarde. No me molestó. Además, avisó, así que fue de agradecer. Me encontraba allí, esperando, porque además había llegado un poco antes. Y entonces me di la vuelta (porque no sabía por dónde podía aparecer) y me encontré ese marco tan perfecto, con esa luz tan mágica, con esos colores. Me enamoré del frame y ya tuve la seguridad de que había valido la pena el plan.
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