
«No sé si es que tengo el listón muy bajo últimamente, pero me gustan todas las películas que vemos«, comenté en la puerta del cine tras ver ‘Summerland’. Pero es así. Esta vez con esta película británica que narra la historia de una joven investigadora y escritora que vive a las afueras de un pequeño pueblo, junto al mar, con unas maravillosas vistas de esas que enamoran y despiertan el impulso de dejarlo todo e irse a vivir allí. Sus investigaciones, su trabajo, son su mayor pasión y dedicación en la vida. Pero guarda una historia personal que le marcó en el pasado. Mediante la llegada de una adopción no tramitada, mediante la acogida de un niño que llega desde Londres por decisión de sus padres para que corra menos peligro por la Segunda Guerra Mundial comienza, pues, una historia muy bonita de amistad, confesiones y de un final que llega a ser realmente emocionante cuando tu cabeza entiende todos los giros de guión.
Insisto. Me gustó mucho. Quizás no sea la mejor película del año. Seguramente no reciba los más prestigiosos premios de la industria. Pero fue un plan perfecto para empezar la tarde de viernes con sus 99 minutos de duración. La recomiendo, sin duda.

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