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Foto del escritorEsteban Gómez

¿Por qué hago directos en Instagram?

Instagram ha sido mi gran descubrimiento en el último año. Más incluso que YouTube. Conocía ambas redes sociales, ambas plataformas, pero ambas a nivel usuario, y no “profesional”, como he ido adaptando y conociendo durante los últimos meses. Me gusta mucho, como digo, Instagram.

He conseguido hacer crecer mi marca también en la red social de las imágenes inmediatas, donde el poder de la fotografía adquiere el mayor foco, donde la imagen es la total protagonista. O eso parecía al principio, ya que ahora el vídeo va ganando terreno también, tanto a nivel de contenidos compartidos como en su opción de Stories, donde podemos compartir contenidos caducos, que desaparecen en las siguientes 24 horas. Y evidentemente, la posibilidad de emitir vídeos en directo desde todo aquel sitio que tenga una conexión a Internet. De esto último quería hablar.

En la última semana he realizado 3 directos con mi cuenta. ¿Por qué no lo hacía antes con tanta asiduidad? Seguramente porque ahora encuentro el entorno perfecto para ello, más adecuado, y con el contexto perfecto. Vengo a hablar de los directos, pero no como herramienta ni opción de emisión, sino del enorme cariño y recibimiento cada vez que esa cuenta atrás del “3,2,1…” previa a la emisión llega a su fin. Entonces, el foco, la exposición, el escaparate ante todo aquel usuario que se anime a ver tu directo.

Es espectacular el recibimiento que suelo tener. Cientos de preguntas, usuarios que van y vienen, y un servidor contestando al máximo número de cuestiones posibles. Suelo empezar una hora, pero acabo haciendo dos. Para quien no lo sepa, Instagram limita las emisiones en directo a una hora. No limita las sesiones, pero sí la duración. Es decir, puedes hacer una hora y luego otra, pero entre medias deberás cerrar una (compartirla 24 horas si así lo deseas) y empezar otra.

Recibo un cariño enorme. Palabras cariñosas, respetuosas, casi de admiración, y como me pasa siempre, nunca lo acabo de entender. No hago nada que no pueda hacer nadie, no digo nada que no pueda decir nadie. Algunas personas de confianza me dicen que tengo razón, pero el problema es que nadie más lo hace, que reciba con agrado esas palabras porque seguramente las digan de corazón y porque así lo piensan. Suelo asumirlo, pero con medidas, con cierta calma. Por eso me sigue sorprendiendo cada vez que hago cosas así.

Anoche estuvimos cerca de 700 personas en total, a unas horas en las que realmente no deberían estar, y fue una vez más extraordinario. Lo valoro de una forma que incluso a veces me abruma. Precisamente ayer superé los 6000 seguidores en Instagram, e instantes después realicé el directo, viendo la respuesta de la gente.

¿Cómo debo tomarme este apoyo en mis redes sociales? ¿Es bueno? ¿Es sobrevalorado? ¿Les interesa mis contenidos, mi vida o mis puntos de vista? Lo único que sé es que es una locura que, como he dicho anteriormente, no acabo de creerme.

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