Si me has leído desde hace tiempo, sabrás que Madrid no es mi ciudad favorita. Es así, y si es así, para qué mentir o decir cosas que no son ciertas. No me gusta por muchas razones que ya he expresado muchas veces. Sin embargo, debo reconocer que vivir aquí, tiene detalles que (me guste o no) debo reconocerle.
Me pasaba a mí cuando vivía fuera y entiendo que le pasará a mucha gente que no vive aquí. Madrid tiene detalles, rincones y planes que reciben miradas de propios y extraños, de gente que vive aquí y de foráneos que visitan la ciudad durante el largo y ancho del año. Y es eso, esa rutina de vivir aquí, esa posibilidad de poder hacer todo ese tipo de cosas como rutina, cualquier día, es lo que sí debo (o debería) valorar realmente.
Pasear y pasar por la puerta del Museo Del Prado.
Hacer deporte por el Retiro.
Pasar por la Plaza de Callao.
Subir al Gourmet del Corte Inglés para hacer fotos.
Tener muchas salas de cine en versión original.
Un metro que pasa cada tres-cuatro minutos.
Mirar hacia arriba y ver la personalidad de una ciudad histórica.
Darte una vuelta por Malasaña o Chueca.
Visitar tiendas de Bellas Artes.
Dejarte llevar por el ritmo de Gran Vía.
Ver cada uno de los atardeceres con su característico cielo.
Pedir comida o cena a prácticamente cualquier hora del día o la noche.
Son algunos ejemplos, pero cuando vives aquí adquieres cierta rutina ante la que algunas veces debes pararte a pensar lo que estás viviendo. Hay mucha gente que viaja a Madrid con un plan milimetrado para hacer cosas que yo tengo al alcance de la mano diariamente. Vuelvo a decirlo. No me gusta esta ciudad, pero tampoco debo dejar pasar la oportunidad de tener ante mí una serie de planes con los que mucha gente sonaría.
Comments