No ha sido un inicio de semana cualquiera. Hoy he iniciado una nueva etapa laboral que me apetecía tanto como imponía, que esperaba tanto como quería evitar. La sensación anoche no era especialmente tranquila. Una entremezcla de nervios, ganas, ilusión y miedo. Un nuevo cambio. Una nueva fase. Una nueva rutina.
Sin embargo, las sensaciones positivas estaban en lo cierto. Ganaron la batalla a las alarmas. A menos en este primer día. Entiendo, quiero pensar, que la rutina luego marcará los ritmos, los agobios, las responsabilidades y la dinámica tenderá a cambiar. Pero creo que estoy más emocionado que preocupado, más ilusionado que inquieto.
Tengo muchas ganas, demasiadas, de instalarme al cien por cien para convertir esta etapa en una rutina a través de la cual sentirme útil, seguir progresando, seguir aprendiendo y aportar todo lo que soy capaz de aportar.
Expectante estoy, eso sí.
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