Pero lo cierto es que ahora estoy cómodo. No echo de menos el no salir. Sí es cierto que me gustaría salir a sitios, a veces. Es cierto, también, que no he parado de trabajar, que he cambiado mi lugar de trabajo desde la redacción a mi despacho en casa, pero creo que el estar acostumbrado a trabajar para ciertas colaboraciones «externas» al periódico, o el estar continuamente «enganchado», han facilitado en cierta medida que lo de trabajar en casa haya sido más fácil.
Es por ello que digo varias cosas. Por un lado, sí me gustaría salir a tomar un café, o directamente trabajar desde una cafetería con conexión a Internet, me gustaría salir al cine en los días libres, me gustaría incluso callejear por estas calles céntricas buscando un lugar acogedor donde comer, cenar, o simplemente tomando algo. Es cierto, no engaño a nadie. Pero al mismo tiempo, por otro lado, siento cierta comodidad en todo esto que a veces llega a hacerme pensar. Lo curioso de todo es cuando me doy cuenta de que le pasa a mucha gente.
Mantengo conversaciones, hablo con gente, con compañeros de trabajo, y todos parecemos tener algo en común: tras los primeros días de incerteza, estamos cómodos. Me pareció curioso, y sobre todo me hace reflexionar sobre lo que estamos viviendo. No debemos preocuparnos en exceso si descansamos mal, si dormimos peor que antes, incluso si tenemos pesadillas. No debemos preocuparnos si nos ha dado mal rollo salir a comprar, o si sentíamos miedo cuando las cifras de casos y fallecidos crecían y crecían. Nos ha pasado a todos, a todas. Esto ha sido algo global, nacional. Hemos estado todos en el mismo contexto.
Creemos, o solemos pensar, que muchas veces los temores, miedos, o dudas, son desventajas personales, son incertidumbres que tenemos, son inseguridades que son malas. Pero luego uno analiza, estudia, y se da cuenta que estamos todos igual, que todo esto es común, que todo esto lo estamos viviendo, compartiendo, todos.
Y tú, ¿estás más cómodo de lo esperado con todo esto de tener que estar en casa?
Comentarios