Quizás este sea el post más corto que jamás haya escrito en este blog. Sí. Nos gusta el postureo. Hace unos minutos estaba en mi cocina preparando un café por el simple hecho de tomarme un café y, mirando por la ventana mientras removía la leche, el café y el azúcar (soy incapaz de tomármelo sin nada) me daba cuenta de esa sensación descriptiva de «tomar un excelente e intenso café». Lo pensaba porque realmente no es nada del otro mundo. Ahora mismo escribo estas líneas desde la improvisación total junto a mi taza blanca, básica, de café. Y no hay más. Sin embargo, si pienso en lo romántico que puede ser, cambia el tema. Postureo puro.
Frente a mí, mi ordenador, una taza de café recién hecho y una ventana por la que ya asoma el ocaso del sol. Un momento que luego recuerdo como bonito, íntimo, y del que ya he hablado más de una vez en el blog. Y sí, entonces pienso «Joder, qué bonito», pero sin postureo pasaría por un momento más del día. Y sí, me gusta el postureo, pero un postureo sano, sin caer en mentiras ni creerse uno mismo cosas que no son. Si estoy triste no voy a hacerme una foto hiperfeliz para transmitir todo lo contrario. Simplemente, no hago nada. Ese es el postureo que no me gusta, el impostor, el que no es verdad, el que oculta realidades para ganar likes, etc. El postureo que me gusta es este, el sano, el que hace soñar y permite sentirse un poco mejor cuando nos evadimos.
¿Ha sido el post más corto que jamás haya escrito en el blog? Quizás.
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