Escribo esto desde la decepción, pero también desde la satisfacción.
No soy muy dado a dejar libros a la mitad. Es como un compromiso que firmo mentalmente con los autores de los libros que leo. Algo así como un respeto hacia su trabajo y su obra.
No siempre me gustan los libros que leo, pero si me atraen mínimamente hago el esfuerzo y, mejor o peor, acabo leyendo hasta la última página.
Pero no. Esta vez no me ha pasado. He dejado un libro cuando me quedaban como unas 60 páginas, porque ni me atraía su forma de expresar, ni su contexto, ni cumplía tampoco mis expectativas.
En la última semana me he visto 'obligado' a leerlo para intentar acabarlo, pero siempre acababa con la misma sensación de desconcierto. No. No me apetecía. No me atraía ya. No me sentía cómodo leyéndolo porque al final no sabía ni qué estaba leyendo.
Así, tras pensarlo, he quitado el marcapáginas y lo he cerrado.
Ahora ya espera un libro que transcurre en Nueva York, una ciudad que nunca me había llamado especialmente la atención por lo mainstream de todo lo relacionado a ella, pero que en el último año me está despertando cierto gusanillo.
Más vale tarde que nunca, supongo.
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