Solía ir semanalmente. Solía dejarme caer todos los viernes por el centro de Valencia a modo de desconexión, de relax, y casi a modo de rutina. Digo desconexión, pero no ocurría al pie de la letra, ya que ocupaba dos horas de esa tarde a escribir, a tomar apuntes sobre partidos, a leer sobre fútbol. Pero siempre diré que es una bendición dedicar mi tiempo a algo que me apasiona. Dicen que un periodista lo es veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Siempre. Y eso pasa.
Como decía, hace tiempo que no voy al centro. Bajar en Plaça Espanya, caminar por la calle San Vicente hasta San Agustín, para continuar bien hacia a la derecha (viendo de reojo la Estación del Norte y encarar la Plaça de l’Ajuntament) o bien recto, paralelamente a la Plaça de l’Ajuntament para ir a parar a mi Starbucks de cabecera. Allí paso el rato tomando un café latte (incluso en verano) y haciendo tareas varias. Luego, por cercanía, me dejo caer por la magia del Barrio del Carmen, por sus calles, por sus rincones, por sus tiendas, por su enigmático ambiente que hoy en día podría expresarse con esa corriente social de los hipsters. Es mágico, muy necesario para mí. De repente, te ves inmerso de casas, de edificios antiguos, de un ambiente tranquilo. Y estás en el centro de una ciudad inmensa, gigante, donde la contaminación acústica es real. Pero no ahí.
Luego pongo rumbo a la FNAC, parada obligatoria, pero siempre hago una pausa en el MUVIM, especialmente en su librería. Es allí donde necesito ir. Llevo cerca de dos meses sin ir por motivos diversos que no vienen al caso ahora, pero necesito ir. Su librería. Allí encuentro libros y revistas diferentes, artísticos, que no encontraría en la vida en un quiosco de barrio, por muchos ejemplares diferentes que puedan vender esos honrados profesionales de la venta callejera.
Necesito ir porque en mi última visita eché el ojo a dos libros didácticos de esos que tanto me gusta comprar y que luego tardo en encontrar el hueco perfecto para leer. Uno sobre diseño editorial, otro sobre hacer radio. Dos libros que los adquiriré por unos 40 euros, y que tengo ganas de tener, sin duda. Pero no he ido, y tengo ganas, reitero.
Quizás, posiblemente, sea la semana que viene. Y volveré a esa rutina semanal que empiezo a añorar después de dos meses faltando a mi cita.
Necesito ir.
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