Meses muy especiales
- Esteban Gómez

- hace 17 horas
- 3 Min. de lectura
En 2023, volví a casa. Tras casi siete años viviendo en Madrid y una relación de casi seis, todo acabó y el impulso fue volver a casa, a las raíces, donde siempre te acogerán y donde todo tiene el sentido.
Claro. Fue una situación provocada, una consecuencia. Todo se desmoronó. En apenas un mes (en realidad, menos), mi relación acabó y el que era mi trabajo por aquel entonces finalizó. Ni el apoyo emocional de años, ni la base económica de ese momento. Fue duro, lo confieso. Es totalmente normal, pero, pese a que lo sabemos, el control emocional tiende a desbordar.
Sin embargo, fue el comienzo de una de las mejores etapas que he vivido en mi vida. Quería volver a casa, quería dejar aquella relación. ¿Por qué no lo hice? Supongo, por miedo a las consecuencias. No me escondo. Estaba en una relación poco saludable, que aportaba cada vez menos, y tenía miedo. Pero ocurrió. Todo se acabó. Pese a querer, dolió. Dolió mucho. Por cómo ocurrió, por cómo todo parecía formar parte de un plan preparado.
Pero, insisto, fue el comienzo de la mejor etapa que recuerdo. Volver a casa me sanó, me quitó del medio ruido, mucho ruido (físico y mental), me permitió estar en el sitio que quería estar y me hizo crecer de una forma increíble.
Digo todo esto porque aquellos meses (en los que me juré no querer irme a trabajar fuera de nuevo, cosa que ocurrió tiempo después) fueron inolvidables. Me sentía pleno, completo, orgulloso, sano, social. Crecí mucho. Me liberé de ciertas correas y candados, me cuidé mucho cultural, física y mentalmente.
Fueron meses fascinantes... y los echo de menos. Mucho. Muchísimo. Si pudiera volver ahora mismo, lo haría. Hace poco, salió el tema con mi psicóloga. Me comentaba que, posiblemente, estaba romantizando mi vida en casa, en aquel rincón del País Valencià. No lo descarté, no le quité razón, pero soy consciente de que vivir allí es lo mejor que me puede pasar en la vida.
He vivido sólo aquellos meses en casa en los últimos diez años. Se dice pronto, pero es mucho tiempo. Más, cuando eres una persona familiar, cercana, cariñosa y que ama sus raíces. Más, cuando volví a casa porque sentía que era oxígeno y lo que más deseaba, y se confirmó superando cualquier expectativa.
Ojalá vivir allí de nuevo, con aquella rutina, con aquellos planes, con aquellas conversaciones, con aquellas situaciones, con aquella luz, con aquella sensación de estar donde uno quiere estar. Es indescriptible. Donde vivo ahora, no está mal, mil veces mejor que en Madrid (algún día tendré que vomitar todolo que siento al respecto), pero nunca será un hogar. Casa, seguramente. Seguramente ya lo sea, pero nunca será un hogar. Por eso, quiero volver.
Y podría volver. Ahora mismo. Ahora mismo podría coger un tren, perder medio día recorriendo España de norte a este, pasando por Madrid (claro, porque aquí todo funciona así), y volver a mi rincón. Un tren. Una pausa obligada. Otro tren. Un taxi, o un viaje en metro. Y mil horas después, llegar a casa. Mi casa. Seguramente, mi casa no te diría nada, no te supondría nada nuevo, ni mágico, pero para mí sí. Por eso, recuerdo aquellos meses.
Recuerdo aquel tiempo. Aquellas personas nuevas que conocí, aquellos almuerzos con la gente de toda la vida, aquellas sesiones de deporte matutino, aquellos viajes en metro con una tarde de planes increíbles por delante, aquellas tardes de lectura en mi cafetería de cabecera con mi camarera favorita, aquellas sesiones vespertinas en mi cine favorito, aquellos paseos escuchando Sidonie, Izaro, Mikel Izal o BBC Radio. Fueron meses increíbles.
Supongo que fueron meses increíbles porque me hicieron huir de un sitio hostil, de gente que (ahora lo tengo claro) no aportaban, privaban, limitaban, y viví todo lo que quería vivir. ¿Lo romantizo? Sí, supongo que sí, pero siendo muy consciente de que romantizar no es exagerar. Sé lo que viví, sé cómo lo viví, y quiero volver a vivirlo.








Comentarios