Creé mi cuenta de Twitter en septiembre de 2009. Este año, dentro de unos meses, cumpliré una década en la plataforma y he vivido miles de situaciones. Por un lado, orgullo al ver la marca personal que he creado y todo lo que he conseguido con los años. Por otro lado, la decepción de cómo ha cambiado todo (según mi opinión) para mal.
Es cierto que hoy en día Twitter ha evolucionado mucho a nivel de relevancia, de escaparate y de exposición. Todo el mundo está en Twitter y eso puede ser positivo a la hora de exponer ideas, trabajos y proyectos. Evidentemente, es así. Sin embargo, no todo ese volumen de gente entra dentro de los cánones de valores esperados. Vas a recibir feedback de prácticamente todo, y no siempre, claro, como esperas. A ti te gusta el color blanco y siempre habrá alguien que le guste el color negro. A ti te gusta Messi y siempre habrá alguien que odie a Messi. A ti te gusta la tortilla de patatas con cebolla y siempre habrá alguien que le guste sin cebolla. Y así con todo. Habrá, luego, otros que directamente te insulten.
Dicho esto, vamos al título de este post. Sí, ahí arriba. «Me tomo Twitter en serio… a medias«. Me lo tomo en serio porque son casi 10 años detrás de un ordenador, de varios móviles y de un iPad. Un día llegué la conclusión que Twitter era una herramienta bestial para la comunicación, para la difusión y para compartir contenidos. La más fugaz, a mi parecer, con permiso de otras como Instagram Stories o Snapchat, pero al ser básicamente texto (en sus raíces) creo que en este ámbito es la plataforma líder. No veo a gente haciendo 10 posts de Facebook a modo de tweets, por ejemplo. Evidentemente, sí veo a gente haciendo 10 (y más) vídeos cortos en Instagram Stories o Snapchat, por ello mi matiz.
Me tomo Twitter en serio porque he conseguido muy buenas oportunidades laborales gracias a mi marca personal en esta red social, porque he conocido a gente fantástica, porque he conseguido participar en proyectos que jamás habría soñado (seguramente porque cuando soñaba con eso no existía Twitter) y porque creo que alguien puede llegar a convertir en cierta medida su pequeño proyecto (quiero evitar el término «medio de comunicación») con el que llegar a mucha gente.
Sin embargo, como digo en el título, me tomo Twitter en serio a medias porque igual que existe gente maravillosa también uno se encuentra (lamentablemente) a diario con gente sin escrúpulos, sin educación, sin valores, sin demasiada ocupación que buscará herirte, hacerte sentir mal, desacreditarte, menospreciar tu trabajo o directamente querrá insultarte desde el sofá, en pijama, seguramente en mitad de una crisis personal (o peor, depresión) para, así, sentirse victorioso y, en consecuencia, mejor. Es decir, buscará mediante sus dardos y sus balas léxicas hacerte daño. Así, sin más, y tú deberás hacer oídos sordos en la gran mayoría de ocasiones porque, si encima caes en el error de seguirle el juego, habrás creado un entretenimiento mayor del esperado para esa persona. Y digo lo de hacer oídos sordos porque personalmente muy pocas veces hago caso públicamente, pocas veces contesto, y si contesto muchas veces es haciendo ver que me da igual. Psicología inversa que, en muchos casos, hace que ese hater/troll acabe dejándolo al ver que no consigue su propósito. Si te insulta y no respondes con insultos o haciendo ver que te afecta no habrá conseguido su objetivo y, entonces, buscará otro foco.
Por eso digo lo de Twitter en serio a medias. Mi marca personal es importante, seguramente algo que valoro muchísimo, pero al mismo tiempo en Twitter sobre todo muchas veces caigo en la pereza de incluso entrar y actualizar. ¿Por qué? Porque la gente, o una gran mayoría de ellos, entra para desconectar, para entretenerse o para simplemente pasar el rato. Evidentemente, yo me lo tomo en serio porque quiero. No es ni lo más ético ni lo obligatorio, al igual que cada persona está en su derecho de usar la plataforma como quiere, pero un gran porcentaje de esas personas van en el camino inverso al mío. Es por ello que muchas veces dan ganar de cerrar, apartarse un tiempo y dejarlo estar. Me apasiona, me gusta (evidentemente si no fuera así no llevaría ya casi 10 años en ello), pero también soy persona, y en ocasiones no es de buen agrado leer según qué cosas, ver según qué comentarios o simplemente entrar en esa corriente masiva de críticas, haterismo, polémicas que llevo años apartando. No puedo hacerlo al 100% porque es mi trabajo. Me dedico a las redes sociales y me es imposible, ya digo, pero en muchas ocasiones dan ganas de apartarse y dedicar tiempo a otras cosas. Partiendo de lo comentado, que no puedo por razones laborales, entiendo entonces que debo tomarme una parte de lo que leo ahí de otra forma. No diré a risa, pero le resto importancia, relevancia. Me autoconvenzo de que esos comentarios son fugaces, sin pensar, naturales de mentes impulsivas que no piensan, que escupen sin pensar que todo lo que sube baja. Y entonces me calmo, me ayuda a seguir.
Me tomo Twitter en serio… a medias.
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