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Me molesta bastante

Foto del escritor: Esteban GómezEsteban Gómez

Soy consumidor de muchas clases de contenidos. Audio, vídeo. Podcasts, canales de YouTube. Y no tengo ningún problema en pagar por ello. Pago el servicio premium de YouTube, de Ivoox y de Spotify, entre otros, porque considero que me aportan mucho en mi día y los consumo con mucho gusto.


Una de las razones principales, para ahorrarme los molestos anuncios que inundan todo intentando cazar tu interés y tu consumo. Qué asco, qué pereza y qué descontrol.


Sin embargo, me molesta bastante. Me molesta bastante que algunos de los contenidos que consumo hacen suyo ese lema de "Hecha la ley, hecha la trampa". Hablemos concretamente de Spotify. Dos de los podcasts a los que estoy suscrito meten anuncios en sus contenidos de forma "interna". Es decir, meten anuncios en la edición del audio y, así, evitan que cualquier barrera posible les silencie.


Me molesta bastante porque pago mi suscripción mensual con mucho gusto para no tener que aguantar esos molestos mensajes y siento que van de listos y listas. Siento que se ríen del usuario. Además de la posible publicidad nativa de la plataforma que muchos usuarios deben tragarse, se le suma la sangrante metodología de los medios de comunicación.


Pienso en ese departamento de marketing planteando propuestas a las marcas "Podemos meter una publicidad al inicio, en el intermedio y en el final del podcast." y ya está. Tú, que pagas, que haces tu desembolso con la plataforma, te lo comes con patatas porque las vomitivas campañas de publicidad de los medios siguen empeñándose en arruinar el sector.


Esto de Spotify, porque también me pasa en mi periódico de cabecera (que casualmente es propiedad del podcast anteriormente citado). Tengo una suscripción digital mensual que pago con gusto, pero me tengo que comer la misma basura publicitaria que el resto. No lo entiendo, sinceramente.


Llegará un día en el que estos contenidos citados saldrán de mi día a día y me pasará al offline. Lo tengo claro. Estoy cansado de tener que aguantar sobre mi conciencia el hecho de que nos hemos convertido en máquinas de vender nuestra privacidad y nuestros datos, y ver como estas empresas se las ingenian para llegar hasta el rincón más minúsculo de tu día a día.


Me molesta. Me molesta bastante. Aunque, claro está, es porque lo permito. El día que deje de consumirlos, se acabará ese pequeño malestar (de tantos) al que hacemos frente día a día.

 

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