Ocurrió el pasado jueves. Por la tarde, concretamente. Tras mi jornada de trabajo, entré al baño para hacer unas cosas (se entiende, ¿no?) y me puse a leer para empezar a desconectar de un trabajo que, pese a que no es agobiante ni asfixiante, cansa mentalmente y este tipo de desconexiones son necesarias.
Todo iba bien, pero todo se truncó. Entre en aquel aseo con el objetivo (lógico, normal) de salir luego, pero no. Me quedé encerrado. Me quedé encerrado con todo. Me quedé encerrado bien. Ni para dentro, ni para fuera. Ni haciendo fuerza, ni siendo delicado. Me quedé encerrado y no pude salir. No pude salir hasta que, algo de dos horas después, llegó mi salvador, un cerrajero que tardó nada, 5-10 minutos en resolver el problema.
Sin embargo, hasta que llegó, pasaron, como decía antes, unas dos horas. Y debo reconocer que, lo que primero fue un problema y un "Joder, ¿por qué a mí?", se convirtió en un momento especial y casi mágico. Como digo, tenía el libro que estaba leyendo estos días y estuve prácticamente todo el rato en ello, con una luz súper especial (empezaba la Golden hour) y, además, durante un momento estuvo lloviendo con la mágica compañía de su melodía.
Tarde diferente de lectura, con la lluvia de fondo, con una luz súper especial. Fue la primera vez que me quedé encerrado, sin nada que hacer al respecto, por lo que, en lugar de cabrearme, lo aproveché bastante bien.
Eso sí, no sé qué hubiera pasado si no hubiera tenido el libro...
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