Lo que no encuentro en Madrid
No es novedad, no aporto un punto de vista nuevo, ni diferente. A raíz de mi reciente viaje a Donosti me di de bruces con una idea y sensación que apenas siento cuando vuelvo a casa: hay ciudades que duermen.
Digo esto porque donde vivo no ocurre. Al menos no lo siento. Al menos no lo percibo. Al menos no lo veo. Y me provoca un resquemor interno que aumenta cuando viajo fuera, llegan las 20:00 horas y te das cuenta de que ocurre.
Ese maravilloso momento en el que las poblaciones cierran un enorme porcentaje de sus comercios, el tráfico disminuye y el ruido (que en muchas ocasiones ya es poco) se apaga hasta el día siguiente. Y no sólo eso. La gente con la que te cruzas, la gente que sale a esas horas, se comunica en otro ámbito, se comunica sin armar jaleo. No digo que hablen en voz baja, pero es increíble cómo cambia todo.
Personas cercanas me afirman que esto de lo que me quejo ocurre porque es la zona céntrica de Madrid, pero estoy convencido de que es en general. Ni siquiera en el próximo traslado que confío que ocurra este 2023 estoy convencido de que se silenciará todo en el contexto comentado en el anterior párrafo.
Madrid de noche tiene un rumor que huye del silencio y de la calma. Este pasado viaje hizo reencontrarme con ese deseo que tanto ansío en esta ciudad que ofrece tanto que acaba saturando.