Este post nace de la realidad que vivo desde hace un año aproximadamente. Por aquel entonces, tenía serias dudas de qué quería hacer, de a qué quería dedicarme. No tenía trabajo, y era el momento perfecto para realizar un giro si así lo necesitaba. Simplemente, debía orientar mi búsqueda hacia nuevos mercados.
No lo conseguí. Al menos al cien por cien. Es cierto que mi actual trabajo no está relacionado con los medios de comunicación, pero el deporte sobrevuela todo y, en cierta medida, sigue siendo una zona de confort que sigue estando presente. Es cierto que ahora mismo aguanto muchas menos tonterías, pero el cambio radical en el que pienso a veces no se ha producido.
No se ha producido laboralmente, porque a nivel personal sí. Sí, por suerte. Durante mi periodo sin empleo, fue clave, porque pude aprovechar el tiempo libre para crear y cubrir. Durante aquellos meses, seguí perfilando una personalidad que ahora mismo me hace sentir mejor. No digo bien, porque sé que sería totalmente feliz el día en el que pudiera ser una profesión. Por ahora, simples aficiones. Aficiones que me ayudan a desconectar, que me permiten pensar menos tóxicamente y que me hacen bien.
Confieso que no me importaría que se convirtieran en trabajo. Que ocurriera supondría ese giro radical en el que muchas veces pienso. Algunas de estas motivaciones, son las siguientes:
La acuarela llegó a mi vida hace un año aproximadamente. En mi safe place gallego, encontré el rincón perfecto, con el entorno perfecto, con una inmensa cantidad de material que me facilitaba mi familia política. Allí nació el germen, creé mis primeros bocetos, y hoy sigo teniendo el mismo (o más) interés para seguir buscando tutoriales y seguir perfeccionando una técnica que, por ahora, es algo pobre. De hecho, la motivación básica es todo lo que he hecho hasta ahora, pero la motivación relevante e importante es la de matricularme en una escuela o estudio para perfeccionar, entonces sí, mi técnica y mi trabajo.
En el último año, también me he reencontrado con el niño que fui. Un niño que tenía unas aficiones, unos intereses, que desaparecieron por arte de magia cuando el mundo del periodismo se instaló en mi cabeza. Sin embargo, por ciertos estímulos, volvieron a mi cabeza en el último año y, de repente, me vi ante unos temas olvidados, guardados, que despertaron un gusanillo especial. Primero fue el deseo de aprender a dibujar manga, pero reconozco que lo volvió a dejar. Segundo, este sí, apareció el interés por la arquitectura. Recuerdo que, antes de querer ser periodista, aspiraba a ser arquitecto. No sabía realmente qué era, a qué debería dedicarme si estudiaba Arquitectura, pero sentía algo innato que me parecía interesante. Aquel niño hacía planos para las casas que, luego, creaba en Los Sims. Aquel niño tenía una empresa ficticia que era la que crearía esas casas. Incluso, durante mucho tiempo, soñaba con encontrar el plano completo de Hogwarts para, luego, crear una maqueta. Por aquel entonces, empecé a dar Tecnología en el colegio y el empezar a manejar herramientas despertó algo especial dentro. Pero aún hay más. Nunca lo he tenido, pero desde siempre me han enamorado las maquetas de trenes, y creo que ese interés por la arquitectura tiene en ello un factor determinante. Todo lo anterior es la base para explicar que, este año, he recuperado ese interés. He leído al respecto, he buscado documentales y he visto cómo mi enfoque fotográfico ha tenido en edificios y construcciones un factor clave. No me veo estudiando arquitectura, porque hay una base que no tengo, ya que cuando estudié Bachillerato no estudié la corriente necesaria para ello. Pero sí reconozco que va a estar muy presente en mi tiempo libre a corto y medio plazo.
Otro de los intereses que laten ahora mismo y que sí me veo dedicándome a ello profesionalmente es la cocina. Me gusta cocinar, pronto tendré un lugar idóneo para seguir progresando mejor que el que tengo ahora, pero creo que tengo claro el enfoque. Quiero aprender nuevos platos, quiero aprender a hacer bien otros que ya defiendo pero no domino, pero reconozco que me llama mucho la repostería. Un sueño romántico sería dejar todo para abrir un obrador y dedicarme a la repostería. Me genera mucho interés el mundillo del pan, de la gastronomía que se pudiera vender en un horno-cafetería. Y, confieso, también tendría la posibilidad de hacerlo si me lo planteara seriamente. Eso sí, me gustaría aprender. No descarto que a partir de enero (por una serie de razones personales) busque seriamente alguna academia o curso para aprender bien, aprender poniendo las manos en la masa (nunca mejor dicho) y, a partir de ahí, tener esa opción latiendo por si algún día me hace falta o, también, me canse de todo. Como segunda opción, estudiar algo relacionado con cocina (de cara a platos preparados), también me genera un interés demasiado importante como para no escucharlo.
La otra gran afición, y de la que he hablado muchas veces, es la fotografía. Creo que pronto tendré el espacio adecuado, mucho más armónico, mucho mayor, para organizar un pequeño rincón para convertir en material algunas de mis fotografías. Confieso que me gustaría hacer más fotografías con las cámaras (digital y analógica), porque en los últimos meses sólo echo mano del teléfono móvil y, pese a que me gusta, quiero usar las cámaras como excusa para desconectar. Me gustaría tener muchas fotografías físicas, transformar en algo material las sensaciones e historias que he ido capturando, y creo que pronto podré desbloquear (sobre todo mentalmente) esa necesidad.
Estos son algunos de los temas que me generan ilusión últimamente. Y me gusta que estén ahí, porque me ayudan a pensar en más cosas que no sea el trabajo. Son ilusiones especiales que, algunas de ellas, me las planteo seriamente como un cambio de vida, como un giro radical que, desde el confinamiento (más o menos), tiene su pequeño lugar (por ahora) en mi cabeza y que, quién sabe, algún día podría hacerse realidad.
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