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Lo necesito, por favor

Una escapada. Nada firme, ni longevo. Ni siquiera eterno. Una escapada. Nada. Un par de semanas, tres. Lo suficiente para recargar pilas.


El último ha sido un auténtico suplicio. Numerosos frentes abiertos me han generado un escenario del que, confieso, me encantaría huir. Pero, ante la imposibilidad de ello (ética, básicamente, porque nada ni nadie me ata), quizás sería vital una escapada.


Una escapada para hacer fotografías por el río. Una escapada para tomar chai latte en mi cafetería de cabecera en la Calle San Vicente. Una escapada para ver esa luz tan mágica y especial. Una escapada para para reencontrarme con personas que quiero. Una escapada para leer en rincones diferentes. Una escapada para ir los viernes a esa sala de cine. Una escapada para sentirme en casa.


Sólo eso. Una escapada para volver a casa unos días, sentirme bien, sentir el calor doméstico de lugares y personas, y luego, volver. O eso creo ahora.

 
 
 

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