Desde hace un tiempo soy cliente de 'La Peliculera', una tienda de fotografía que tengo cerca de casa en Madrid. Es un lugar pequeño, pero coqueto, donde disfruto cada vez que paso por allí. Se respira algo especial. No soy capaz de describirlo. Creo que es más romanticismo que otra cosa. No sé si es postureo, o moderneo, pero me gusta este sitio.
Últimamente me he interesado más por la fotografía analógica. Hace tiempo añadí a mis cámaras digitales (compacta y réflex) una analógica. O mejor dicho, mi pareja consiguió una y hemos podido experimentar eso que ahora se llama fotografía analógica (incluso algunos se atreven a llamarla vintage), pero que se trata simplemente de fotografía. La de toda la vida.
Vengo a contarte todo esto por la siguiente foto. Es el cartel que se encontraba en el escaparate de la tienda.
Digo había porque ayer la tienda comunicó en su cuenta de Instagram que lo han robado y no saben cómo ha podido ser. Advertían, además, que si lo veían en venta en algún lugar, que supieran cuál era su origen. Robado, claro.
Y entonces me he dado cuenta que en mi sección fotográfica capturé el cartel en una fotografía que hice hace unas semanas (recién llegado de Galicia, haciendo cola para encargar el revelado de varios carretes). Tenía algo especial. Evidentemente, no dejaba de ser un cartel publicitario, sucio, sometido a la contaminación, a la luz, desgastado. Pero quizás ese es el encanto, sumado a que Kodak es una marca de referencia en el mundo de la fotografía.
Es una pena, porque un día investigando descubrí que no era el único que había sido atraído por el cartel, y enterarme ahora que ha sido robado me crea una mezcla de pena (por la pérdida) y pereza (porque la gente hasta este tipo de cosas).
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