Madrid me viene grande desde hace muchos años.
Hago una pausa antes de seguir, pese a que podría haberlo dicho antes de empezar: Madrid no me gusta cuando estoy aquí; la hecho de menos cuando vivo fuera.
Madrid me viene grande desde muchos años por multitud de razones que he confesado muchísimas veces.
Hoy vengo a confesar una necesidad, una aspiración, un deseo que me encantaría llevar a cabo. No pongo fecha. No es urgente. Todo está bien, dentro de los que cabe. Prácticamente todo va bien. Sin embargo, como digo, vivir aquí (sobre todo la zona a la que me refiero) tiene muchas barreras respecto a una vida (mental) sana.
He crecido entre dos lugares de forma muy concreta. Mi pueblo, donde vivía con mi familia y hacía mi día a día, y una pequeña aldea del interior de València en la que sentía libertad absoluta y plena los fines de semana y en vacaciones. Es ahí, en ese pequeño rincón, en esa aldea acogedora, tranquila, llena de un ritmo lento que es salud absoluta, lo que me llama para refugiarme un tiempo.
Insisto. Todo va bien. Todo está bien. Si me quejo, sería por vicio, y no tiendo a hacerlo. Sin embargo, me apetece pasar unos días, quizás unas semanas, en aquella casa, con aquel entorno rural, con aquella tranquilidad, con aquella paz, con aquel "minimalismo", con aquellas vistas, con la posibilidad de desconectar de verdad. Todo ello con la compañía de una persona con la que tengo muchas conversaciones pendientes, con la que tengo el sincero deseo de estar, a la que echo de menos muchísimas veces.
Me encantaría pasar unos días allí, desconectar del mundo, salir de la metrópoli, dejar atrás temporalmente el dañino entorno al que me expongo. Laboralmente, podría, simplemente sería comentarlo. Quizás me espere, orientándolo hacia la Primavera, cuando la climatología sea más asequible y acogedora.
Lo confieso, qué ganas.
Comentarios