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La confesión que no llegará hoy

Pronto inicio escapada vacacional y por segundo año consecutivo ansío el momento. Me ceñiré a términos laborales y profesionales solamente. Y es que ha sido, primero, un año raro, pero también ha sido un verano diferente, ya que los parones provocados durante el confinamiento ha hecho que desde el pasado mes de junio el nivel diario de faena ha sido constante, notable, y, además, con la carga extra de los que se marchan por descanso. Digamos que he cubierto los partidos más importantes de la recta final de la temporada en La Liga por mi horario de trabajo y, luego, desde hace dos semanas, cuando las fuerzas mentales ya iban cerca de la reserva, llegó el turno de los torneos continentales.

Pronto, insisto, me voy de vacaciones y en los últimos días siempre acabo reflexionando sobre el trabajo realizado durante el último mes y medio. Sinceramente, estoy muy satisfecho. Muchísimo. Creo que he iniciado este post queriendo confesar algo que, me da la sensación, no voy a acabar expresando porque no quiero parecer egocéntrico, ni narcisista. Pero ya son varias noches, varias madrugadas como esta en las que he querido expresarlo. No será, creo, hoy. Dejémoslo en que pronto inicio vacaciones (lo de la desconexión es otro tema a tratar) y que, por ser suave y elegante, me las he ganado.

Veo la situación desde fuera, como un espectador que ha pagado su entrada en aquella romántica sala de cine en Donosti, al lado de la playa, donde me enamoré del lugar, y veo una historia fascinante. Era la historia que quería expresar, pero no será hoy. Digamos que esto ha sido algo así como un tráiler. ¿Os parece? Será nuestro trato.

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