Esta semana empiezo en un nuevo trabajo. Una etapa profesional que me hace una ilusión inmensa porque el proyecto me parece interesante y porque las condiciones son bastante positivas para lo que busco. Seguramente narre alguna anécdota o experiencia.
Pero quiero contar hoy una situación que me incomodó, pero que al mismo tiempo me hizo sentir bien, fiel a mis valores. Es sencillo de explicar. Mi nivel de inglés no es malo, pero tampoco excelente. Pero si a eso se le suma que tengo cierta inseguridad al hablarlo porque no estoy acostumbrado, es como que el speaking me impone. Imponer es una palabra tosca, pero es así. Así lo siento.
Tras confirmar mi elección y yo aceptar la propuesta, me encontraba restando días en mi calendario para empezar estos próximos días. Sin embargo, de repente apareció el tema del inglés. Un comentario me hizo descolocarme un poco porque entendí que iba a tener que estar en contacto en inglés con gente de otro país europeo, y no me especificaron ni cómo ni cuándo. Entonces, lo confieso, me estresé. Me estresé porque no quería pasar por ese mal trago. Asumo que debo mejorar mi inglés, pero no quería volver a vivir una etapa pasada que no me trae buenos recuerdos especialmente.
Por ello, tras pensarlo tranquilamente, decidí escribir a la persona que me había comentado eso para dejarle claro que en ningún momento antes me habían dicho nada al respecto. Yo soy muy fiel conmigo mismo y sé que el speaking y el listening (según con qué personas) no son puntos de los que pueda presumir. Ojalá, pero no. No ahora. Seguramente sí en el futuro, pero no en este momento. Por ello decidí escribir a esta persona y comentarle que si eso iba a ser un problema ponía a su disposición la decisión de posponer mi incorporación.
Sabía que esas palabras podrían costarme caro porque, de ser un problema, podría echar por tierra todo. Pero también sabía que sólo así iba a quedarme tranquilo conmigo mismo. Quizás había sido un malentendido y, así, podría quitarme un calentamiento de cabeza que gratuitamente me había asignado. Suelo ir de cara casi siempre. No me importa hablar las cosas porque sólo así se resuelven problemas y los malentendidos acaban siendo simples anécdotas.
Y salió bien la jugada. Al parecer, no iba a ser un problema porque mi dinámica no iba a obligarme a ello, y si el tema inglés apareciera sería de forma esporádica y vía mail. Ahí sí. Ahí sí me defiendo. Me defiendo bien creo yo. Entonces, tranquilidad. Tranquilidad por la respuesta, tranquilidad por haber sido fiel a mi personalidad una vez más y tranquilidad porque podía respirar tranquilo.
He sido fiel. Una vez más. He sido fiel una vez más y no sabes la calma mental y personal que produce serlo.
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