El pasado mes de noviembre, en tierras gallegas, tomé la decisión. Decidí matricularme en un doble grado que me va a tener entretenido durante los próximos años. Conseguí convalidarme varias asignaturas por mi experiencia profesional, pero tampoco sé cuánto tiempo me llevará esta nueva etapa.
No estudiaba desde 2010, cuando finalicé mis estudios en Producción de Audiovisuales, Radio y Espectáculos. Aquella última etapa estudiantil hizo que fueran abriéndose multitud de oportunidades y etapas laborales que me han llevado hasta el día de hoy. Radio, televisión, prensa escrita en papel y digital, producción de contenidos en proyectos audiovisuales y redes sociales. Un amplio abanico gracias al cual he ido aprendiendo muchísimo.
Pero, como digo, empiezo a estudiar. Empiezo a estudiar y estoy sintiendo sensaciones fuertes, demasiado fuertes.
Por un lado, cansancio. Cansancio notable, ya que estudio después de trabajar y, pese a que no estoy extremadamente cansado, es cierto que cuando acaban las clases he sentido algo parecido al agotamiento. No antes, por suerte. Supongo que es en el momento de relajación, cuando dejo de forzar la cabeza, cuando me agoto.
Pero, como digo, hay más sensaciones fuertes. La mejor, la ilusión. Una ilusión que hacía mucho que no sentía. No es sólo ver que soy capaz (tenía inseguridad después de 12 años sin estudiar), sino que estoy saliendo muy bien al paso. Durante las clases, durante las primeras tardes de estudio, siento que estoy haciendo algo que va dentro de mí. Es algo innato, como la profesión de comunicador y periodista. Siento que estoy haciendo algo que me pedía el cuerpo, y eso es una sensación demasiado especial como para no hacerle caso.
Pienso en los exámenes. Claro. Es algo positivo, porque demuestra que me importa todo esto. Pienso en cómo reaccionará mi cabeza al reto, pero confieso que en mis primeras horas de estudio, sorprendentemente, estoy rindiendo bien.
Es la primera semana. Son los primeros pasos, pero debo confesar que estoy muy ilusionado, muy feliz. Y, sobre todo, haciéndolo mientras trabajo. Un doble esfuerzo que, por ahora, no me pasa factura. Incluso me atrevería a decir que todo lo contrario.
Estoy cansado, pero es un cansancio especial. Un cansancio especial de quien sabe que está haciendo algo vital, personal, innato, que nace dentro, que nace en la necesidad.
Ojalá dure todo esto.
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