Ha sido la primera Navidad que paso en casa después de dos años. Dos años en los que vivía fuera y, por diversas cuestiones, acabé quedándome en una ciudad de Madrid que era casa, pero no hogar. Ahora, ni una cosa ni otra, una simple ciudad de acogida fugaz con billete de vuelta. Por suerte.
No ha sido el estereotipo de día de Navidad que estés pensando seguramente. Sí lo fue la Nochebuena, pero no la Navidad. Sin embargo, ha sido un día resolutivo, en el que he conseguido varias cosas que tenía aparcadas por imposibles.
He encontrado el cable para cargar esa videoconsola que tenía olvidada, por no tener el cargador. Qué bien.
He sacado con éxito el primer carrete de la Canon AV1 que compré en Madrid, en septiembre. No es el primer carrete que saco de una cámara, evidentemente, sin embargo, al ser el primero de esta cámara tenía la duda de si podría desengancharlo bien de las pinzas.
He comido más golosinas que en los últimos 2-3 años.
Acabé con un dolor que empezó en el cuello y cogió densidad en la cabeza. Qué alivio.
He acudido a la cocina para comer los restos de anoche. Un mini buffet libre sin estar en un hotel o restaurante.
He echado un muy agradable rato mirando los seis libros que me regalaron.
También los tres videojuegos.
He hablado por teléfono con mi persona favorita del momento, y me ha animado la tarde.
Mañana volverá la normalidad que tengo actualmente y empezará una semana que en el horizonte me muestra cita de peluquería, deporte diario, lecturas, varios artículos, un desayuno con una de mis mejores amistades, besos en la boca, un Boxing Day romántico como cada año, cafés, algunas compras, visita al laboratorio de fotografía, dos exposiciones de fotografía y muchas cosas que irán surgiendo. Seguro.
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