Recientemente, estuve haciendo limpieza en una de mis cuentas de correo y me quedé fascinado. Aunque, reconozco, también decepcionado. Fascinado, por lo que encontré. Decepcionado, por lo que existía y ya no está.
Encontré decenas de correos electrónicos de gente que me escribía. Gente que me escribía partiendo de mi perfil en redes sociales. Gente elogiando, felicitando. Gente preguntando. Gente recomendando. Gente, de buen rollo, en general. Me ha hecho mucha ilusión por ver lo que latía y existía en aquel maravilloso periodo entre 2011 y 2014.
Palabras bonitas, correctas, cercanas. Mensajes sin toxicidad, con educación, correctos.
Ya nada de eso existe. Y si existe, el porcentaje ha bajado preocupante y alarmantemente. Es terrible.
¿Dónde quedó ese buen rollo? ¿Dónde quedó esa cercanía que teníamos? ¿Dónde están esas personas que perdían tiempo de sus respectivas vidas para escribir un mail?
Esta limpieza, y lo que he encontrado citado anteriormente, me lleva a un periodo anterior, cuando la blogosfera latía a niveles estratosféricos. Los blogs eran lo similar a los podcasts actualmente. Prácticamente, todas y todos teníamos uno. De temática variada. De temática concreta. De diseños plurales y diversos.
Ese buen rollo que latía en mi bandeja de entrada era prácticamente idéntica a la vivida entre 2005 y 2010 en la red con los blogs.
Qué pena ver en qué se ha transformado todo.
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