Soy community manager y creo que eso es algo que me está llevando al lado contrario a lo que diría la lógica de mi día a día como profesional. A veces pienso que es una contradicción. Otras veces creo que es un acierto totalmente lógico.
He encontrado el foco perfecto para mis necesidades personales en algunas de las redes sociales. He encontrado otro cuando se trata de trabajo. Pero tengo claro algo. He encontrado (me ha costado algunos años) el lugar donde reflexionar. Reflexionar bien, de verdad, sin prisas.
No descubro América si digo que las redes sociales se han convertido en un océano de opiniones y no siempre constructivas. Pero he aprendido que hay que silenciar el ruido, hay que saber salir, hay que saber dónde hablar y dónde simplemente observar y sonreír tímidamente.
Tengo opiniones de todo, como todos. Incluso de lo que no sé. Incluso de lo que éticamente no parece lo correcto. Pero he aprendido a pensar y no publicar. He aprendido a expresar, pero en foros internos y cercanos. He aprendido a desahogarme cuando alguien me hace llegar malas palabras, acusaciones o intentan desprestigiarme con malas prácticas, acusaciones desmedidas.
Sí, vi aquel mensaje. Sí, leí aquella broma de mal gusto. Sí, claro, vi aquella captura de pantalla, vi aquella imagen que luego borraron por vergüenza. Y, por supuesto, me expresé. Por supuesto que dediqué unas palabras a esas personas. Pero lo hice donde debo hacerlo. He aprendido a controlar, a silenciar, a no aportar para que el incendio siga adelante.
En un mundo en el que las redes sociales se han apropiado de la gente y les otorga poderes sociales que no tienen fuera de ese entorno, lo mejor es parar, salirse de ahí. Ahí fuera hay silencio, hay calma, las críticas no son tales, los comentarios negativos no existen. Ahí fuera hay noches de verano con estrellas, hay tardes de lectura, hay salud mental.
Los comentarios sobre todo, sobre absolutamente todo, dañinos, que no aportan nada, seguirán naciendo, seguirán latiendo, seguirán campando a sus anchas. Pero no dolerán. Quizás vivir en la ignorancia en ese aspecto sea la mejor de las decisiones.
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