Eran cerca de las 17:15 horas del martes 25 de febrero. Estaba en el despacho, en ese lance temporal entre la tarde y la noche en el que la luz coge un calibre especial. Sonaba un podcast de fondo, como viene siendo habitual siempre que puedo. En ese momento, el Eibar compartía en su perfil de Twitter una fotografía maravillosa.
Una fotografía captada en un plano general que muestra a los jugadores de la primera plantilla durante uno de los últimos entrenamientos en la ciudad deportiva del equipo. Estas instalaciones se localizan en Mallavia, una población que apenas supera los 1.150 habitantes y que, gracias a esta foto, he descubierto.
El contraste del escenario, su temperatura de color, lo bien captado que está el momento, el buen tiro de cámara. Me parece precioso. Me transmite ese clima norteño que muy seguramente sea frío, en mitad de un día nublado, en ese entorno tan característico. Tuve el placer hace ya un par de años de conocer a uno de los editores que tiene el Eibar en su equipo de trabajo y me sentí en la obligación de felicitarle por su gran trabajo, por ese gusto tan personal, tan cuidado, tan característico. En ocasiones, siento admiración pura por los contenidos del conjunto eibarrés en sus redes sociales porque ofrecen un cuidado, una delicadeza, un trato, que me parecen extraordinarios.
Una conversación. Una explicación. Incluso una clase de fútbol del técnico José Luis Mendilibar. Todos atentos. Un rondo en torno a la figura del entrenador. Todos escuchando. Un círculo de profesionales atendiendo la lección. Todo ello en un entorno mágico, enigmático, especial, que roza el misterio. Tú, yo, mucha gente, habremos visto últimamente series que ocurren en entornos así. ¿No os recuerda a Dark, Zone Blanche o Twin Peaks? Tuve la oportunidad de dedicar un par de minutos a pararme, a observar, y a dejarme llevar. Me trasladé mentalmente a ese terreno de juego y casi sentí la humedad del césped, el frío del ambiente, incluso me quedé mirando hacia los árboles, esperando ver alguna figura misteriosa que observa el entrenamiento en silencio, escondido. Quizás mi deseo cinematográfico ayudó a todo ello.
Con esta fotografía, en el Eibar han vuelto a lograrlo. El arte de crear historias.
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