Era lunes, y desgraciadamente no era un lunes cualquiera. Tras una tarde-noche de tareas domésticas, en mitad de un piso patas arriba por estar pintando, volvía a meterme de lleno en mis redes para ver qué ocurría, para ver si podía compartir cosas, y para revivir ciertos contenidos virales que circulaban entre mis menciones.
Pero algo me llamó la atención muy pronto. Algo había pasado en Manchester, y tristemente no eran buenas noticias. Un atentado terrorista había sacudido la ciudad inglesa en un concierto de la cantante Ariana Grande.
Decidí, como social media, hacerme eco de informaciones que iban saliendo a cuentagotas tanto de medios nacionales como extranjeros, especialmente británicos. Sin embargo, pasada la medianoche, llegó a mis menciones un tipo, un caballero, con ganas de juerga. Por suerte o desgracia, es algo habitual eso de que alguien, desde su ignorancia, arremeta contra otros sin saber demasiado. En este caso, aseguraba que me estaba aprovechando de un suceso así para ganar retweets y seguidores. Aseguraba que me estaba aprovechando de la situación para cubrir mi cuota de ego, para sacar tajada.
¿En serio? ¿De verdad me estaba diciendo eso? ¿Realmente pensaba eso de mí o tenía el filtro de hater puesto y no era consciente?
Según él, estaba dando informaciones no-oficiales, sin confirmar, para así adelantarme a otros y ganar mi protagonismo a costa de una tragedia. Intenté explicarle que no, que ese no es mi papel, que esa no es mi función. No. No lo era. Cité informaciones de la cadena SER, de la BBC, de la NBC, pero no, decía que debía esperar, que no jugara con informaciones tan crudas.
Escuchaba la SER y afirmaron que se había producido fuera del recinto. Leí en la BBC que la cifra de fallecidos era de 20. Él me decía que no, que no sé qué periodista estaba diciendo que esas cifras no eran oficiales. Curioso que ese periodista trabajaba para un medio que sí estaba dando esa informaciones. Es decir, me quería desmentir porque un profesional que vivía en Londres, no en Manchester, a cientos de kilómetros, que seguía el evento por televisión, estaba llamando a la calma. Este periodista trabajaba en Antena 3 y Onda Cero, medios de Atresmedia que ya informaban con las mismas cifras en sus portales web. Pero no. Debía hacerle caso a él, a ese periodista, y no a grandes medios de comunicación (nada de blogs y similares), donde trabajan cientos de profesionales del sector.
Cuando se confirmó todo lo compartido, intenté contactarle vía privada (para no señalarle directamente, en abierto) para hacerle ver que mi papel es simplemente informar, compartir, hacerme eco de las informaciones que fuentes fiables estaban ofreciendo. Y me insistía que lo hacía todo por ego, para ganar relevancia.
En serio. Este tipo de personas me dan pereza. Normalmente, al estar habituado, lo gestiono bien, intento controlar la situación, y pese a que le contacté, lo hice. Todo de buen rollo, queriendo hacerle ver que no yo no soy de ese tipo de personas. Y seguía diciéndome que me había equivocado.
¿Cómo voy a usar una tragedia para ganar relevancia? Nunca.
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