Soy de València. Vivo en Madrid. Hago escapadas a Galicia y Euskadi. A veces, a Andalucía. Son lugares (esos rincones) de confort, safe places totales, localizaciones a las que acudir de vez en cuando, primero, necesitas desconectar y, segundo, reencontrarte. Parajes conocidos, expuestos a la sorpresa del paso del tiempo, no porque sean vírgenes para tu cabeza.
Sin embargo, existen otras ciudades, o pueblos, que generan otras sensaciones. Normalmente, de interés, aspirando a estar allí, aspirando a sentirse de allí viéndolo desde la distancia, aspirando a escaparse, vivir el momento y volver a la raíz desde la que seguir aspirando.
Personalmente, tengo algunas. Tengo algunas ciudades que, por H o por B (siempre me llamó la atención esta frase hecha), me llaman la atención. Normalmente, todas ellas tienen argumentos de sobra. Algunos de ellos, generales, que encajan socialmente por equis motivo. Sin embargo, es cierto que me generan sensaciones e impresiones que son puramente personales, ligadas a filosofías de vida, a culturas que me atraen, a contextos del pasado en el que aparecieron para convertirse en refugios.
No quiero extenderme (spoiler, va a pasar), pero serían las siguientes:
Es la ciudad de mis sueños. La ciudad de mis sueños sin pensar, sin pensar en gastos, sin melancolía, sin tener en cuenta las decenas de factores que podrían enturbiar el día a día. Su multiculturalidad, su diversidad, su idioma, su gigantesca variedad de cosas para hacer, sus rincones, sus paseos a orillas del Thames, sus museos, sus estadios de fútbol, sus parques, su inmensidad casi inabarcable... Podría estar escribiendo una hora. En un escenario utópico, sin complejos, viviría allí.
Nunca he ido. Nunca he ido y nunca me había resultado mayor interés. Sí, miento, pero la idea de coger un avión durante varias horas con un océano bajo los pies no me parecía un plan perfecto. Sin embargo, quizás influenciado por mi pareja, mi idea ha cambiado. Los casi infinitos estímulos, su idioma, las mil opciones de fotografía que existen, su historia, las cafeterías, las librerías, los rincones conocidos en los que no has estado nunca y te son familiares... Creo que me llama por el descontrol y la locura que supone. Sí me apetece ir, dos semanas, tranquilamente, pero lo de vivir se me hace un poco cuesta arriba. Quizás de forma temporal, pero sabiendo que quisiera echar raíces allí... Me temo que no. Pero en el otro contexto, en el del azar, en el de escapar de la rutina, creo que es una ciudad apasionante.
Esta ciudad en mi mente y mi personalidad el resultado de mi interés por el Arte. Fue decisión mía, cuando me di cuenta que, a través del Arte, podría transmitir y expresar cosas que, quizás, no podría mediante la escritura. En la palabra, ni pensamos. Es Historia pura. A nivel fotográfico (esto es algo casi omnipresente en mis viajes), a nivel arquitectónico, a nivel histórico. Es una ciudad que, creo, vive a la sombra de otras como Roma, Milán o Turín, pero que guarda gigantescos tesoros. Para nada digo que sea un tesoro oculto, pero creo que es infinitamente mejor de lo que mundialmente parece.
Digo esta población, pero me refiero a la zona. Siempre me ha llamado la atención el Canal de la Mancha, esa sensación de sentarme en la costa francesa y mirar al horizonte. Mirar al horizonte y saber que al otro lado está la tierra prometida. Me llama la atención, de siempre, Normandía, por todo lo que pasó allí, por la naturaleza geográfica del lugar, por ser diferente a lo que se puede ver en el mar Mediterráneo. Para empezar, una escapada de una semana, podría ser el plan perfecto. Seguramente (como me pasa en un 90% de las veces), me enamoraría, pero primero debería vivirlo en primera persona.
Una ciudad europea de los Estados Unidos. Me enamoré hace años viendo un Españoles por el Mundo. Sus calles, su multiculturalidad, sus raíces británicas, su vínculo con el Reino Unido, los Boston Celtics, su segundo cartel mediático a la hora de Nueva York... Es una ciudad que me llama, que me transmite, al menos desde la distancia. Nunca he ido, pero la idea sigue creciendo.
Es una ciudad demasiado preciosa para dejarla en el olvida. Según tengo entendido, en Escocia afirman que es una ciudad de la clase alta. Para un visitante, para un turista, es un factor a favor. Si quieres vivir allí, quizás se complica el tema. Más ahora teniendo en cuenta el Brexit. Es una ciudad que te acoge, que te abraza, que se pone a tu disposición de forma rotunda. A modo espada, puede ser maravillosa.
Llegó a mi vida a través del fútbol y del espectacular Old Firm entre Celtic de Glasgow y Rangers. Empecé a interesarme por la ciudad y considero que es una opción interesante más allá de lo puramente futbolístico. Su arquitectura, su ambiente, sus museos, sus rincones, sus cafeterías... Creo que es una opción interesante, a tener en cuenta.
Tiene muchas de las cosas que me atraen de Edimburgo, Glasgow o Londres, con la ventaja (ahora) de que la República de Irlanda sigue perteneciendo a la Unión Europea, y eso facilita mucho las cosas. Por lo que tengo entendido (nunca he ido), es una ciudad abierta, con multitud de opciones, con el aroma British característico de las islas. Algún día, ojalá, la visitaré y sentiré que he estado en un lugar deseado.
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