Hace muchos años creé casi sin querer una sección en mi cuenta de Twitter. Una sección de imágenes que se convirtió en una forma diferente de ofrecer otro punto de vista sobre las diferentes jornadas de (sobre todo) fútbol inglés.
Lo centré mucho en el fútbol inglés, primero, porque es mi favorito y, segundo, porque la cantidad de imágenes de las que disponía era enormemente superior al de otras ligas. Enorme, reitero. Eso hizo que cada sábado (sobre todo) me pusiera frente al ordenador para, con calma, con pausa, escuchando la radio de fondo, casi de madrugada, seleccionar imágenes que me gustaran.
Normalmente, eran imágenes que no eran propiamente de los partidos. No, porque ya habíamos visto todo de los partidos, o casi todo, y era un poco redundante ofrecer contenidos que no aportaran. Buscaba, seleccionaba y publicaba fotografías de los aledaños del estadio, del césped, de detalles concretos. Era un momento que me encantaba.
Ahora no lo hago. No lo hago porque la falta de tiempo ya es un hándicap, no por falta de ganas. Sin embargo, no quita que durante los fines de semana, durante el tramo de jornada que suelo estar en Twitter, sí tengo acceso a muchas de las imágenes y, entonces, se crea dentro de mí ese cosquilleo especial, ese flashback mental, ese sentimiento de saber que algo pasional está dentro latiendo.
Fue ahí cuando me di cuenta por primera vez que mi pasión por la fotografía empezaba a nacer y fue ahí, también, cuando empecé a valorar el concepto 'fotografía de fútbol' como pasatiempo.
Cómo me gusta ese momento, esa sensación, ese sentimiento de que algo innato sigue ahí tantos años después.
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