He vuelto a entrar en un supermercado sin mascarilla y ha sido algo tan normal como especial.
Lo primero, la entrada, el saber que no te habías puesto la mascarilla, el ver por primera vez después de más de dos años gente con la cara descubierta en un espacio cerrado. Esa sensación extraña de saber que no estás haciendo algo ilegal pero que llevas mucho sin hacerlo.
Puede parecer absurdo, pero he vuelto a oler la fruta, la sección de higiene, el rincón de comida para llevar, el olor de cerca de los productos refrigerados.
Este post podría resultar inútil hace dos años. Quizás hoy también, pero ha sido la primera vez en muchísimo tiempo en el que he entrado sin mascarilla a un supermercado y ha sido totalmente estimulante.
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