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Apuntes de viernes en el cine

Ayer viernes fui a mi sala de cabecera para ver Sick of my self. La película no me disgustó, pero tampoco me pareció una producción imperdible. De hecho, la elegí porque, evidentemente, me generó algún interés, pero, sobre todo, porque era casi el descarte entre otras opciones que no me atraían y muchas otras que ya tengo vistas. Los protagonistas (sobre todo ella) me pusieron nervioso, sinceramente. Eso, lo que producen sus personajes (sobre todo ella, insisto) es lo que más destaco.


Llegué muy pronto, entre quince y veinte minutos antes, y, pese a eso, pronto apagaron las luces. Últimamente, noto que pasa. El momento de estar esperando en la sala con luz lo están minimizando. No sé por qué. Recuerdo que faltaban como quince-diez minutos para que empezara la película y ya apareció la oscuridad.


Una sala resguardada. No es la que más me gusta (mi favorita está al fondo, muy lejos de la entrada, pasando por un pasillo largo repleto de carteles de películas), pero creo que tiene algo especial. Cuando entras, normalmente, miras hacia adelante, buscando tu sala. Pero en este caso no fue así. Las salas están abajo, bajo tierra y, tras bajar las escaleras, esta sala está detrás, girando a la derecha, pero retrocediendo en tu camino. De hecho, esta sala está justo debajo de la entrada al recinto. Una sala, digamos, resguardada.


Estuve solo en la sala muchísimo rato en la sala. Durante varios minutos, bastantes de hecho, llegué a plantearme que estaría solo durante toda la película y sería algo así como una sesión privada, con toda la sala para mí. Pero, no, finalmente no. Al final fuimos como ocho o nueve personas. Sí me pasó muchas veces en las primeras sesiones tras el confinamiento por la pandemia. Si ahora la afluencia de público es baja, aquellos primeros meses era muy muy preocupante.


Muchísimos anuncios, pocos trailers. Hace mucho que tengo este pensamiento. Desde hace unos meses, en este cine, hay muchos anuncios de publicidad antes de la película. La gracia antes era la de ver tráilers de películas futuras que servían para localizar las futuras producciones que ver. Ahora también hay tráilers, pero quizás sean dos-tres que, comprado con los diez-once anuncios que se pueden ver, pone de mal humor. A veces me he visto ahí, sentado en mi butaca, a oscuras, viendo un anuncio de bancos y me he preguntado qué cojones hacía ahí y por qué se permitía eso.

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