Inglaterra vive uno de los momentos más dulces en muchos años. Tanto a nivel de clubes como de la siempre prestigiosa selección inglesa. Un combinado alejado de los grandes nombres mundiales, salvo algunas excepciones, evidentemente, como pueden ser los Harry Kane o Dele Alli, pero con un grupo de jugadores locales, nacionales, que disputan sus partidos semanalmente (en su gran mayoría) en tierras británicas. Todos ellos capitaneados por Gareth Southgate. Si uno piensa en Inglaterra pronto salen los nombres citados anteriormente. El trabajo de Southgate es innegable e indudable, mientras que el liderazgo de Harry Kane ya es una realidad. Este joven combinado parece lejos mediáticamente de aquel en el que relucían estrellas de la talla mundial de Wayne Rooney, Frank Lampard, Steven Gerrard, Rio Ferdinand o David Beckham, entre otros, pero seguramente estén demostrando un mayor rendimiento. El último mundial, un ejemplo. Pero centrarlo todo en la última cita mundialista sería un error, ya que sus últimos 2-3 años en fases de clasificación ya se venía viendo una dinámica de resultados que apuntaba alto. Al igual que es un error centrarlo todo en estrellas como el omnipresente Kane. Hablemos de este punto, del individual, y añadamos un nombre con un apellido: Raheem Sterling, por ejemplo. El atacante (que no delantero) del Manchester City está viviendo la que muy seguramente está siendo la mejor temporada de su trayectoria profesional, tanto por cifras, rendimiento, como por la madurez y sensaciones que está mostrando. La llegada de Pep Guardiola ha sido una de las grandes claves de todo ello. La figura del técnico catalán ha explotado unas características que no aparecieron en sus primeros pasos en la ciudad de Manchester. Sterling está en un estado de forma brillante, espectacular. Partiendo desde zonas exteriores se ha convertido en pieza clave para su entrenador, y ha sido algo que en los Three Lions han sabido aprovechar de forma bastante acertada y lógica.
Es por ello que Sterling está firmando con letras propias una muy notable temporada. Su participación va más allá de los 19 goles marcados sin ser un delantero puro. Su presencia crea espacios, permite a los compañeros abarcar terrenos nuevos, terrenos y zonas del campo que sin su presencia no se crearían. Pero evidentemente se habla de sus goles, de su determinación, de su olfato goleador. Ha dado un paso adelante y es por ello que está acaparando los grandes focos y carteles en Reino Unido. Posiblemente sea ahora mismo uno de los jugadores ingleses más en forma, con permiso del omnipresente Harry Kane, quien desaparece sólo cuando las lesiones así le obligan. Un Sterling de tren inferior bajo, que ha sabido acondicionar sus dotes físicas a su juego para producir un futbolista de lo más determinante en las islas que más de uno añorará, seguramente, a orillas del río Mersey. Todavía más sabiendo que ahora, siendo rivales por el título, viste de azul celeste y no de rojo, que luce la camiseta del Manchester City y no la del Liverpool. 19 goles hasta la fecha sin ser delantero, aportando ventajas territoriales a sus compañeros con sus siempre inteligentes movimientos, aportando desequilibrio y electricidad desde el juego exterior, apurando línea de fondo para dar goles casi hechos a los delanteros, entrando desde banda a pie cambiado y propio. Sterling es una realidad que, en cambio, no recibe todavía el trato merecido. Todo el mundo sabe quién es, dónde juega y cómo se desenvuelve, pero siempre bajo la sombra de Kane (en la selección) o de Agüero ( a nivel de clubes). Sin embargo, presente de forma vital para Southgate y Guardiola. Y todo ello con sólo 24 años, con toda una carrera por delante. La consagración de una joven perla que nació en Anfield para ahora, años después, haberse convertido en uno de los jugadores en mejor estado de forma del fútbol inglés.