Tengo proyectos. Lo has leído en el título y lo has leído en la primera frase de este post. Los tengo, pero últimamente todos andan como bloqueados, como pausados, incluso apartados. ¿No me motivan? No se trata de eso. Me encantaría hacerlos. Me encantaría seguir dándoles forma, siempre en la sombra, siempre aquí, en la buhardilla del Barrio de las Cortes, delante de esta ventana que me permite ver, que me regala, algunos de los mejores atardeceres del mundo. Reconozco que fue una de las razones por las que decidí pagar este (caro) alquiler.
Tengo proyectos, pero al mismo tiempo tengo dudas. Tengo dudas porque tengo inseguridades, o al menos no tengo la seguridad total. Y también, reconozco, alguna falta de tiempo, de horas, para dedicar el tiempo justo y necesario. La duda de si no tendré continuidad, de si podré hacerlo bien, es lo que me para.
Me veo haciéndolo. Es de tarde, entra sol por la ventana de la buhardilla y la cámara está encendida. Es de madrugada y el micrófono está encendido. Es de mañana, delante del ordenador, y el editor de imagen está abierto. Pero me veo leyendo, aprendiendo, consumiendo, bajo esa estantería donde esperan libros, tutoriales, revistas, donde la vela de vainilla late, parpardea. La radio de fondo, como siempre, fiel a su íntima compañía. En su defecto, un iPad que me atrapa con episodios guardados de los mejores podcasts del mundo.
Tengo proyectos.