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El verano de los 222 millones de euros


El FC Barcelona ha sido uno de los grandes protagonistas del mercado de traspasos por diversos motivos, ninguno de ellos deseados por el club ni por sus propios aficionados. Un verano barcelonista que, probablemente, ha vivido varios periodos casi antagónicos. Una auténtica montaña rusa de sensaciones, emociones y cambios de rumbo que ni siquiera en Port Aventura estarían dispuestos a ofrecer a su público dadas las vueltas y circuito trazado por el club catalán desde que arrancó el ya extinto periodo estival de fichajes.

Cuando trato temas que parecen surrealistas, de ciencia ficción, sorprendentes, suelo echar mano del argumento de Tim Burton, pero en esta ocasión me temo que incluso él tendría problemas para confeccionar un guión que estuviera a la altura dada la situación vista y vivida en los aledaños del Camp Nou. Posiblemente hayamos visto el verano más curioso, por calificarlo suavemente, de la historia del FC Barcelona.

Un verano que puede dividirse en dos: con Neymar y sin Neymar.

Por un lado, con Neymar, antes de la locura, del surrealismo, antes del capítulo de American Horror History made in Masía que han vivido. Un equipo que contaba con una de las mejores delanteras del mundo, esa que era famosa y reconocida como MSN. Un proyecto que a principios de verano aspiraba a fichar a futbolistas de la talla de Verratti, Bellerín o Dembélé, que llegarían para reforzar una plantilla que rozaba la excelencia. Pero ya por aquel entonces empezaban a salir ciertas grietas en el proyecto. Nadie quería llegar a un equipo en que sabía que, por su gigantesco potencial, parecía destinado a la suplencia, a la sombra de futbolistas de primer nivel que eran prácticamente fijos en los esquemas del equipo. Con Valverde esto no parecía estar destinado a cambiar. Era un problema que, viendo cómo ha cambiado todo, era un simple resfriado de 3-4 días.

Neymar durante su presentación con el Paris Saint Germain (Aurelien Meunier/Getty Images Europe)

Pero llegó el punto de inflexión, la bomba mediática, la bofetada imposible de regatear: Neymar se marcha al Paris Saint Germain previo pago de su cláusula de rescisión, de 222 millones de euros. ¿Quién iba a ser el loco que iba a hacer semejante locura? Bien, en el Parque de los Príncipes dan buena fe de que Nasser Al-Khelaïfi tiene cierto grado de locura.

Una situación negativa. Perder a uno de los futbolistas más importantes, mediáticos, determinantes y conocidos del planeta era una mala noticia. Sin duda. Pero al mismo tiempo muchos empezaron a dar la vuelta a la tortilla (de patatas, con cebolla, siempre): había una gran cantidad de dinero fresco para que su despedida fuera menor, doliera menos. "Tenemos muchísimo dinero", debieron pensar muchos. Pero no. Este verano tener mucho dinero se convirtió en un auténtico dolor para el club, un auténtico quebradero de cabeza para una directiva que debe tomar decisiones de futuro, más allá de la gestión deportiva. Así lo pide la afición.

Como detalle 'menor' que comenzó a acentuar el gris verano en algo más oscuro fue la Supercopa de España frente al eterno rival. Un Real Madrid que parece vivir en la antagonía, que se llevó el primer trofeo oficial de la temporada, y que parece ser un rival durísimo de batir. Un problema añadido que empezó a sobrepasar la delgada línea que separa la ilusión de la crispación esto del fútbol.

Sergio Ramos y Luis Suárez en la pasada Supercopa de España (Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images Europe)

222 millones de euros de dinero fresco para reforzar la plantilla con cerca de un mes por delante. ¿Qué podía salir mal? Viendo el resultado, prácticamente todo. Ha llegado Dembélé, un interesante extremo que puede ser un fichaje ilusionante y que aportará seguramente dinamismo y electricidad. Pero no es Neymar. Y aquí el problema. Han sonado todos los futbolistas que pudieron sonar (faltó Castolo) como futuribles del FC Barcelona, pero junto al francés llegó un Paulinho que se ha visto envuelto en una polémica de críticas que no son culpa suya. Sin ni siquiera verle en acción con la camiseta del equipo, muchos ya dan por hecho que es una broma su llegada a Can Barça. Ellos se unieron a Semedo y Deulofeu, que habían llegado previamente y que, como Paulinho, parecían no calmar la sed de ilusión de la afición.

El problema vino luego, sobre todo en la última semana de mercado, cuando llegó el absoluto carrusel de informaciones, titulares y, sobre todo, nombres. Coutinho, Seri, Ángel Di María, Íñigo Martínez, Riyad Mahrez, Dani Parejo... Parecía que sonaba cualquier jugador, transmitiendo una sensación de descontrol, de fichar por fichar, de querer ansiar una ilusión que ya era necesidad total en una corriente densa y de caudal abundante que agobiaba, que ahogaba. No llegó nadie. No, ni habiendo ingresado 222 millones de euros (de los cuáles 105 fueron a parar al Borussia Dortmund por el traspaso de Dembélé).

Tener mucho dinero (y que fuera vox populi) se convirtió en un problema mayúsculo. Lo que a principio de verano podían ser 50 millones de euros se convertían por arte de magia en 100, y así de forma proporcional con el nivel del futbolista que tanteaba el club catalán. Un desagradable show que se tradujo en descontrol. De repente sonaba un mago del balón como sonaba un extremo, pero a la media hora sonaba un futbolista de creación para el centro del campo. Y todos caros, producto de un mercado inflado que, curiosamente, tuvo al FC Barcelona como protagonista con la histórica venta de Neymar.

Josep Maria Bartomeu, Presidente del FC Barcelona (Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images Europe)

"El mercado está loco", fueron declaraciones filtradas desde la propia directiva tras finalizar el mercado sin más fichajes, tras intentar los fallidos fichajes de Coutinho y Di María. Un mercado loco, como dicen, inflado, explotado de forma preocupante, que ha dejado dos traspasos de carácter histórico. Pero todo nació en el seno del club barcelonista. En sus arcas, más precisamente. El mayúsculo precio pagado por el PSG para hacerse con los servicios de Neymar firmó el precedente y abrió la caja de Pandora, la locura, la cascada de precios por encima del valor real de mercado. El FC Barcelona fue víctima de su propia historia. El dinero recibido fue al mismo tiempo el argumento agresor de su final de mercado.

Una auténtica historia veraniega que nadie olvidará en la ciudad condal, al menos a corto plazo, que deja a Bartomeu contra las cuerdas, que deja en el aire un proyecto que volverá a confiar en la excelencia de Leo Messi, que confiará en otros jugadores determinantes como Luis Suárez y Dembélé (quien deberá adaptarse lo antes posible para no crear más polémicas). Una auténtica pesadilla que hubiera firmado Tim Burton, pero antes de Navidad, no en pleno mes de agosto.

¿Qué opinas del verano vivido en el FC Barcelona?

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